domingo, abril 30, 2006

full

ayer, mientras regresaba a mi casa después de un día fuerte de trabajo, pensé en que quería colocar en el blog una foto mía. exactamente una: ésa, cuando fui reina del kinder. había una necesidad de mostrarla, de hacerla pública, de liberar ese rostro y esa sonrisa, quizás porque de algún modo sí me ha definido ese disfraz tan distinto a mí misma.
siempre me han gustado los disfraces.
y las fotos.
y los juegos.
y las coincidencias.
los pensamientos que se entrecruzan sin explicaciones. las acciones que piensas hoy y que, quizás, en tu lugar, hace cualquier otra persona en el mundo a la misma hora.
hoy estoy de nuevo en el trabajo y se me olvidó traer la foto.
estoy full.

miércoles, abril 26, 2006

dos dibujos de mariana



no, no hay tiempo para el blog aunque haya demasiado que escribir. y no hay tiempo porque en realidad tengo demasiado que escribir. heme aquí con varios archivos abiertos y sin finalizar aún. pero me distraigo porque a veces uno busca evadir ciertas cosas que cuesta escribir.
y no hay tiempo para el blog, aunque quiera comunicarme con usted. aunque no nos comuniquemos usted y yo, en realidad, sino que nos perdemos entre los caminos verdes de este laberinto que es la red. a veces hay cruces, palabras que se confunden y acercan como si se asomase un hilo conductor inexistente. pero no, no hay migas de pan que guíen a nadie a ninguna salida. mejor así.
por lo pronto, entrego lo bonito: dos dibujos que me dejó mi hija mariana en la computadora del trabajo: un gato y un dragón. el dragón, está de más decir, soy yo.

sábado, abril 22, 2006

la casa de El Paraíso

Tendría yo 17 años. Estudiaba periodismo y teatro a la vez. Mi gente era la de teatro. También mis amores. Este tenía el cabello largo y muy rizado. Era bisexual. Se drogaba. Yo estaba lejana a esas historias. Pero éramos amigos. Hablábamos todo el tiempo. Me gustaba. Salimos. Nos besamos.
Esa vez nos invitó a mí y a otros a una casa de El Paraíso. La idea era invadir la que alguna vez fue una mansión perejimenista y hacer allí una fiesta. Así era en los años ochenta. Las casas abandonadas se asaltaban en la noche para bailar. Ahora las casas abandonadas -y las que no lo están- se asaltan de día para vivir. En fin. Fui con unos amigos de la escuela de teatro. Mis amigos homosexuales que siempre me apoyaban en mis riesgos. El estaría allí. Pensé al menos en besarlo. Aunque mi inocencia podía ya fantasear otras malicias.
Llegamos al que alguna vez fue un palacio de piso de mármol. Las paredes estaban pintadas de negro y estaban llenas símbolos demoníacos. No había muebles. Ni agua. Ni luz. Creo que todo estaba alumbrado con velas. Había gente, mucha gente. No era gente de teatro. Sólo estábamos nosotros, los recienllegados, y ellos. Ellos y nosotros. Me pareció verlo a él. Me saludó, me besó, me tomó de la mano, besó también a un joven bello que estaba a su lado, me lo presentó. Seguimos andando por la casa. En algún cuarto creo recordar desnudeces y quejidos. En otra habitación había grupos de muchachos muy quietos, muy callados, algunos dormidos. La música seguía estridente. Pocos bailaban. Casi todos disfrutaban del desafío de la invasión. Había quien rayaba una pared. Había quienes se metían mano y otros objetos. Sobraba humo y caña.
El volvió a desaparecer. Mis amigos estaban asustados. Eso no era un lugar para nosotros. Puede venir la policía. Eran pensamientos que sólo verbalizaban mis acompañantes, el resto parecía acostumbrado a vivir en reto. Y yo pensaba en él. En verlo un instante, quizás con su bello amigo, no importaba. En besarlo. En bailármelo, aunque yo no supiera bailar. Llegamos a la última habitación del piso alto y abrimos la puerta y estaba él. Estaba sentado en el piso. Inyectándose. Y ya no me veía. O si me vio no quiso descenderme a su versión química del cielo. Y ya, en un segundo, no sabía de mí. Y creo que también había perdido en el interín a su bello acompañante, que también se desvanecía en otros mundos desde su propia aguja.
Yo estaba de más. Mis amigos teatreros estaban de más. Salimos rápido. Alguno de ellos temblaba. Yo no tenía miedo. Creo que no. Aunque el piso se me había movido. A él no lo juzgaba. Tampoco le temía. Sólo me preguntaba por qué yo no. Yo no.
Nos sentamos en una arepera. Comimos. Tomamos algo, quizás una cocacola o un jugo. Regresamos cada quien a nuestra casa.
Seguí pensando en él un tiempo. Incluso salí alguna vez más con él sin mayores explicaciones. Hasta que llegó algún nuevo rey a destronarlo.

viernes, abril 21, 2006

Bogotá en vivo y directo


Esta foto la tomó Mauricio desde el cerro de Monserrate. Mauricio Duque (enmediodelruido.blogspot.com) y su esposa Claudia fueron mis ángeles en Bogotá. El me llevó a recorrer la ciudad la primera tarde. Pude ver una Bogotá limpia y verde con ladrillo y ordenada y bella y elegante. Pude sentir ese frío, ese frío intenso de la ciudad, que te obliga a usar abrigos y bufandas, que se te mete por la nariz, pero que a mí me encanta. La segunda noche me llevaron a cenar a un restaurant muy original del barrio La Macarena, donde no sólo comí riquísimo y disfruté de la decoración, sino que pude compartir la gentileza, la solidaridad, la inteligencia, el humor y la amistad de esta hermosa pareja de colombianos que conocí mediante los blogs.
Disfruté del curso y de la ciudad de noche y de gente bellísima que conocí. No vi a Dios pero entendí que soy un ángel caído y ateo que no creo en Dioses aunque escriban como los dioses, así que mejor así. Claro, de pronto pensé en algún demonio -dios- en el que pienso aunque no quiera pensar en demonios y sé que le debe gustar Bogotá, porque en ella, de alguna manera, y aún siendo ciudades tan pero tan distintas, también está Caracas.

domingo, abril 16, 2006

la fantasía

es verdad, puedes tener la vida enredada, la vida desbaratada, la vida vuelta leña, la vida puede andar caminando de alante patrás; es verdad, hasta puedes necesitar una bruja que te haga una limpieza con cariaquito morao, puedes dejarte invadir por la tristeza y aferrarte, no a las buenas imágenes que han plenado tu vida, sino sólo a aquellas que te han dolido y dices de pronto, niña -deberías decir mujer-, fueron 16 años perdidos y también dices no, fueron 16 años ganados en hijos, 16 años en los que se han atravesado otras historias, 16 años (en realidad casi 18) en los que siempre te acosaban -te acusaban, te excusaban- las dudas.
y ahora, en un tiempo anónimo que no se puede incluir en esos 16 años pasados (pasadísimos, fuera de contexto) tomas del reino de la fantasía -como siempre, como lo hiciste desde pequeña-pretextos y construyes un mundo. un mundo sólido en su propio absurdo, en su propia inestabilidad, en su total falta de certeza. construyes ese mundo fantástico -y virtual, totalmente virtual, y público, totalmente público, aunque privado, privadísimo- para recuperar simplemente eso, el propio objeto construido: la fantasía como territorio válido, que al menos fabrica, no sé si artificialmente -ya todo es artefacto en este siglo-, el amor, o algún químico parecido, válido por tiempo determinado en su absoluta perfección.

jueves, abril 13, 2006

Ellos bailan tango

Los veo desde mi ventana. En realidad sólo veo sus pies. Ella siempre lleva tacones altos. Bailan tango. Pasan toda la noche bailando. Creo que ensayan. Creo que son bailarines profesionales. Son sincrónicos. Perfectos en sus movimientos. Sensuales. Sólo pies. Pies que se entienden, que se complementan, que se alimentan, que dependen uno de otro, pero con soltura, con ritmo. No sé cómo son sus rostros. Desconozco sus edades. Bailan. No sé si ríen cuando bailan. No sé si hablan cuando bailan. No sé si están trabajando. O disfrutando. Se oye la melodía. Se ven los pies. Los tacones negros y altos de ella. Los movimientos ciertos, siempre ciertos. Son un hombre y una mujer hermosos. Deben serlo.
Y supongo que una pareja de bailarines de tango no debe acabarse nunca. Se requieren. Son imprescindibles.

(este post cataloguémoslo en el ranking de los más cursis, plis, porque no sé, quizás ellos se aburran, sobredosis de tango, coño, vamos a tomarnos par de cervecitas y pon una salsita ahí)

(taima IV)

(¿la ere o el escondite? no sé a qué juega, no sé con quién juega. yo juego más bien a que me borro del mapa, a que soy la mujer invisible. también juego a creérmelo todo. juego a que soy la protagonista de mi juego y de su juego también. quiero ser una creyona de verdad, pero no creo en nada que es lo peor, así que no puedo jugar a creer aunque quiera hacerlo. mejor sigo segura aquí parada, estoy en taima).

martes, abril 11, 2006

morgue

acabo de atar cabos. hace cuatro años estuve en la morgue de Bello Monte hablando con los familiares de las víctimas del 11 de abril. me sentí de más. me sentí zamuro. pero tenía que armar la historia de cada uno de los seres humanos que estaban detrás de esos disparos absurdos y de los que al final nadie se hizo responsable. tenía que hablar de ellos, de los papás y de los hijos y de los hermanos y de los enamorados que estaban detrás de cada nombre, de cada fallecido.
hoy, 4 años después, volví a la morgue por razones muy distintas: para que medicatura forense hiciera informe de los golpes que me propinó la señora. junto a mí había mujeres golpeadas por sus maridos, mujeres apedradas en una riña vecinal en su barrio, hombres apuñaleados por otros hombres, gente herida en accidentes de tránsito. la médico forense me vio. anotó. no supe más. estaría cinco minutos allí. una persona x en un país de 25 millones de víctimas. y terminé de llevar el expediente a PTJ. para nada. para que lo archiven. para que nadie en este país me proteja. a nadie le importa.
y claro, me siento avergonzada con mi historia individual de mujer x que teme por su seguridad en un país sin órganos de seguridad. hace 4 años, este mismo día, 14 familias (creo que fueron 14) perdían a un ser querido en una batalla que no acaba todavía y que nadie entendió y por la que nadie respondió.

lunes, abril 10, 2006

los golpes

nunca nadie me había golpeado, ni mi mamá ni mi papá. fui una niña inmaculada. hoy, a mis 41 años, alguien extraño, alguien que nunca imaginé porque siempre he tratado bien, me molió el rostro a coñazos: la mujer que me ayudaba en la casa, sólo porque le dije que debía prescindir de sus servicios porque me falló cuando la necesitaba. también amenazó con quemar el apartamento. fueron momentos de angustia, sobre todo temí por mis hijos y mi mamá. me golpeó en la calle, yo me quedé paralizada, dejándome dar puños, sin entender. la separaron unos hombres mientras oía a otros gritando de lejos: "dale, dale". unos policías fueron testigos del final de la golpiza y lo más que hicieron fue anotar su nombre y decirme a mí que me quedara tranquila, que no pasaba nada, que no se me notaban las marcas de los puñetazos en mis ojos y orejas. y tuve que sortear la terrible experiencia de las víctimas de este país: policías que no te escuchan -ni del este ni del oeste, ni de los municipios pobres ni de los sifrinos-, leyes que no sirven, autoridades que no saben qué hacer, funcionarios que se ríen del doliente. policías que no veían los morados de mi rostro, que todos los demás -qué casualidad- sí veían. uniformados que muertos de la risa me decían: qué le va a estar quemando la casa esa señora. entes supuestamente encargados de la seguridad a los que no les cabía en la cabeza que mi mamá de 86 años pasó la mañana llorando, que mi hija de 12 está aterrada y no quiere que salga de casa, que mi hijo de 16 pensó cargar un cuchillo para defenderme si ella venía otra vez.
después de dar más de tres horas vueltas tratando de hacer una denuncia como un ciudadano común y silvestre, con cédula de identidad y nacionalidad venezolana, tuve que buscar influencias y sólo al final de la tarde pude formular la denuncia formalmente en ptj. mañana debo ir a medicatura forense para que registren los golpes. aún no sé para qué si no hay un policía frente a mi casa que me proteja. pensé en las mujeres torturadas por sus esposos, en las mujeres violadas, entendí que mi cruz era mínima ante la que han tenido que vivir ellas. entendí por qué nadie denuncia. pero yo tenía que pensar en mis hijos, en protegerlos. y sostuve y sostengo: en este país, definitivamente, las víctimas somos las culpables. en este país no hay garantías. ni en los municipios sifrinitos como Chacao que alardean de seguridad. estamos solos.

domingo, abril 09, 2006

(taima III)

(si jugamos a la ere, terminaré siendo yo la ere eterna. las niñas lentas nunca atrapan a nadie)

sábado, abril 08, 2006

(taima II)

(no. no juguemos más a la ere. las niñas tristes nos aferramos a la taima. nos quedamos horas y horas amarradas a esa salvaguarda. deberíamos salir corriendo a ver si no nos atrapan. deberíamos ser rápidas como speedy gonzález. deberíamos volar)

(taima)

(juguemos a la ere paralizada. tú eres la ere y yo me paralizo)

viernes, abril 07, 2006

brevísimo ensayo sobre la tentación

no debo.

sí quiero.

lo sé.

ud. lo sabe.

miércoles, abril 05, 2006

"sigue allí"

"sigue allí", me escribiste en mi correo electrónico.
y es cierto, no puedo darme de retirada ahora. sería demasiado fácil no decir. sería incluso hasta cobarde. sería demasiado convencional sólo informar "objetivamente" en el papel.
tengo odio. tengo dolor. como todo el país, ni más ni menos.
asesinaron a los hermanos Faddoul y al señor Rivas. A tres muchachos y al hombre que trabajaba como su conductor. A cuatro seres humanos con ideas, con sueños, con latidos, con familia, con deseos. los mataron cruelmente, coñodemadremente. Y uno dice en ese momento: que capturen a los asesinos, pero no sólo eso, que venga la Edad Media, la pena de muerte, que de verdad venga la tortura de la Inquisición, todas las siete plagas para los criminales. Pero uno se pone en el aquí y en el ahora, en el siglo XXI y en Venezuela, y la primera pregunta es ésa, si los buscarán, si los encontrarán, si hallarán a los verdaderos culpables. Y, coño, cuesta ser crédulo. Cuesta confiar.
hoy vi a la gente llorando, maldiciendo, hirviendo en las calles de toda Caracas por esos muchachos como si fueran sus hijos. hoy vi el odio y el miedo en la gente de este país. nuevamente. y con razón. vi a los chamitos de los liceos preguntándose ¿me pasará a mí? Vi a las mamás abrazando a sus niños y mirando con desconfianza a cualquiera. "Todos los venezolanos queremos guardaespaldas", gritó una señora plena de dolor.
y luego me entero. otro colega muere en el ejercicio de su profesión. Jorge Aguirre, reportero gráfico de El Mundo, un señor, uno de esos fotógrafos que siempre veíamos en todos lados, que siempre estaba allí, como todos, junto a la noticia. Que ejerció la noticia como modo de vida y fue tan valiente, tan reportero, que hizo hasta de su último momento una noticia: fotografió al que le disparó.
sólo quería este paréntesis. condenar la violencia, unirme a las voces que no quieren un país tan dañado. ¿cómo construirnos? ¿cómo reconstruirnos si dejamos de creer en todos, hasta en nosotros mismos? ¿cómo hacemos DELETE y volvemos a reescribirnos?

martes, abril 04, 2006

los ojos y las despedidas temporales

bastaría mirar esos ojos allá lejos, ni sé dónde. sin letras. de frente. sólo los ojos. en silencio. cállate boca. claro, no hay ojos que ver, ya no hay miradas reales que intercambiar en la red.
se han ido tantos...se fueron Color Dorado, Edith, Nicotine y más, y más...poco a poco abandonan este barco absurdo, esta nave virtual sin rumbo, o con rumbo al despeñadero. Los venezolanos como que le están diciendo adiós a la locura de los blogs. Huyen los buenos. Los arrechos. Se van a escribir calladitos en sus computadoras, sin tantos espectadores.
vamos a reposar todos un rato. hay cansancio en el ambiente. hay dolor. hay hastío. se han confundido demasiados sentimientos. ha habido acercamientos -hermosos- y choques. tremendos coñazos. y viene la semana santa, apta -no para rezar que no somos santos- para ir a la playa o simplemente para alejarnos del karma de un país donde un pedazo de viaducto tambaleante puede más que diez mil funcionarios. un país donde se mata gente, donde se mata a tres niños. un país que se nos va a venir abajo antes que el muñón de puente que está colgando en la autopista Caracas-La Guaira se caiga. Y se nos vendrá abajo por culpa de todos, por responsabilidad de todos, que aquí nadie es inocente.
estos son mis ojos. míralos. estoy triste. tengo sueño. también me aburrí. voy a descansar un rato que hay demasiado qué hacer allá afuera.

domingo, abril 02, 2006

de oficios

la niña se nos quedó viendo. bueno, tenía rato en eso, mirándonos callada, oyéndonos sin disimulo. riéndose queda (¿de nuestras ridiculeces?). la detonación había pasado hace rato, no había más que hacer en el barrio Nueva Esparta. el viaducto -el espectáculo- seguía en pie, como burlándose de los operativos del gobierno. el pedacito de puente, allí parado, desafió a los explosivos -triquitraquis, según la gente del cerro- y era como una especie de reivindicación, de venganza, de los habitantes de esa zona, obligados a mudarse porque de un momento a otro la montaña se viene abajo. era otro día más a salvo del desalojo. pero la niña - en realidad ni tan niña, tendría catorce, a lo sumo quince- se olvidó por un rato de su drama personal, de que en unos días no tendría casa, de que siete duermen en la misma habitación, y se nos quedó mirando, compadeciéndonos. realmente nos veía con infinita y pura lástima. hablábamos del oficio. pendejadas. que nos habíamos levantado temprano. que no habíamos comido a las 2 de la tarde. que tampoco teníamos hambre. que estábamos estresados y hartos. entonces se atrevió. interrumpió. dijo.
-yo ni de broma quiero ese trabajo de ustedes.
y aseguró que le gustaba comer a la hora aunque a esa hora tampoco había comido. y nada de eso de estar pateando calle.
-yo quiero ser peluquera -confesó.
y se sintió halagada cuando unánimemente le aprobamos su decisión, aunque amemos nuestro oficio. hay perversiones, la nuestra es una. hay masoquismos.