jueves, enero 31, 2008

niños grandes

esta mañana, no podía guardar el carro en el estacionamiento. La multitud de hombres se agolpaba en la entrada. Eran decenas de tipos, de 30, de 40, de 50, de 60, todos de sexo masculino, mirando algo que yo no podía ver seporque me tapaban. Estaban los de la panadería, los del abastos, los de la fotocopiadora. Toda esa gente seria que uno ve todos los días tras los mostradores. Era tal el nivel de concentración, de interés y de angustia en los hombres que no tuve menos que pensar que algo había pasado. Arrollaron a alguien, creí en principio. O chocaron. O un vehículo se incendió. O se desprendió el ascensor del estacionamiento. Era como para pensar lo peor, porque todos estaban boquiabiertos, atontados y callados. Pero nada me daba indicios de lo que pasaba. Nadie se percataba de mi presencia. Por fin, uno de los hombres se dio cuenta de que yo tenía la intención de estacionar. Entonces me dieron paso y vi el objeto del interés colectivo: Un carrito a control remoto de 8 0 10 centímetros que se desplazaba a toda velocidad dirigido a la distancia por su dueño y que tenía el poder de convertir a todos sus admiradores, de nuevo, en niños.

lunes, enero 28, 2008

sexo sonoro

mi hija me cuenta sobre lo que hablan los chamos de octavo en el recreo. terapia de grupo, mamá, comenta irónica. los padres son el tema. en realidad la conveniencia de tenerlos divorciados. sobre todo por los efectos sonoros de la separación. en principio, por la calma del silencio. una muchacha explica que el mayor problema son los ruiditos nocturnos que los papás juran que nadie oye, un sexo en estereofónico del que son testigos los hijos desde el otro cuarto. ella compensa con el cable en nickelodeon a todo volumen. un muchacho se queja: él no tiene televisión en su dormitorio y tiene que aguantar el parlamento de quejidos. otra más protesta que lo que más le fastidia de la pelea de sus padres es la pronta -y escandalosa- reconciliación en la cama. distinguen clarito carantoñas, confesiones, peticiones, cochinadas. los adultos, en su asunto, olvidan que tienen oyentes. no apagan el volumen. ni aprenden a trabajar en lenguaje de señas.

viernes, enero 25, 2008

parejas XXVI. las fantasías

por chat, su amigo le pregunta por sus fantasías. ociosos ellos dos que, aunque están llenos de trabajo, se ponen a hablar de esas cosas en pleno mediodía, bajo la sequedad del aire acondicionado y con montones de compañeros de labores que van y vienen. La verdad que ella no es de estar hablando de esas cosas, siempre ha pensado que quien se promociona mucho en materia sexual es más teoría que práctica y termina decepcionando a la hora de la chiquita. Pero él insiste, maluco, sin más intención que la curiosidad pues no hay nada entre ellos, son amigos y un poco cómplices, nada más que eso, ella sabe quién es el verdadero amor de él, él sospecha y sabe de algunos amores de ella. Entonces, pues, ella se deja llevar por la conversación y, porque la verdad sea dicha, está un poco aburrida de estar escribiendo el reportaje de ese día. Y él le va sacando poco a poco la información, claro que ella no es tan ingenua, ella se deja, pícara, porque también se divierte, también se le sale un poquito la maldad y la coquetería. Y entonces le cuenta alguna fantasía y él pregunta, como si la entrevistara, y ella contesta y también esconde y añade más picante y se ríe frente a la computadora y delante de sus colegas preocupados por alguna declaración de Chávez. Y él también cuenta y ejemplifica y detalla algún asomo de obscenidad. Y a veces coinciden en sus gustos, y a veces no, y por momentos él suena machista y lugarcomún y ella se lo dice, y por un instante ella suena ingenua, pero después se pone atrevida y cuenta hasta lo que no debe contar. La conversación se interrumpe en algún momento por culpa del saboteo de Internet y él piensa que ella se ha puesto brava y ella piensa que a él le llegó algún jefe y tuvo que apagar tanta lujuria virtual. Después ella va caminando hacia el metro y piensa en las fantasías. Y es que hay fantasías que se cuentan y fantasías que no, fantasías perfectas para compartir en la intimidad y fantasías que podrían dañar una relación para siempre, y hay fantasías como para morboseárselas solito y hay fantasías sin valor si no se exhiben ante un oyente ávido de estímulos. Hay fantasías para hacer realidad y hay otras que mejor se dejan en la pura imaginación. Hay fantasías que animan y otras que frustan, y fantasías permitidas, prohibidas, perversas, dañinas. Y por supuesto que habrá fantasías que ni siquiera se desean fantasear sino que solitas se meten en los sentidos, sin autorización. Y fantasías que pueden costar el lado de la cama. Fantasías homosexuales, heterosexuales, bisexuales, grupales, tribales. Fantasías muy tontas y fantasías muy peligrosas. Fantasías con rostros conocidos o fantasías con cuerpos imposibles. Fantasías que pierden el sentido al materializarlas y fantasías otras que, al hacerlas carne, uno se pregunta por qué las dejó tanto tiempo en fantasías. Las fantasías no son tan fantasías, o sí lo son, pero a veces se revuelven tanto en la realidad que no hay modo de subordinarlas. Eso sí, las fantasías animan, avivan, calientan, aceleran, despabilan, empujan, desentierran. Y casi siempre están muy vivas.

miércoles, enero 23, 2008

sólo hay que ver la luna esta noche.

martes, enero 22, 2008

parejas XXV. El cierre

En realidad ella prefiere no verte. ¿Por qué? Porque verte es maravilloso, porque cuando te ve es feliz, porque cuando está contigo está todo el tiempo sonriendo, porque se divierte contigo y es libre contigo y hasta es pícara y coqueta, porque se le desata su humor y su genialidad, porque hay una complicidad que los une que a los segundos a ella se le transforma en amor. Aunque no haya sexo -y todos sabemos cuánto enamora el sexo-, aunque no haya ni siquiera escarceos (solo alguna vez algunas indirectísimas insinuaciones, que a lo mejor tenían más de imaginación que de propuesta). Entonces ella dice: mejor no verlo. (Mejor no verte). ¿Para qué? Para ella, verte es constatar que son el uno para el otro porque ella también te alegra y lo sabes, por lo menos eso le haces creer, verte es saberse la mujer para ti, pero verte es saber a la vez que no lo es. Verte, además, es confundirla. Ella dice: El me mira, y a veces siento que me dice que soy yo, que qué espero para constatarlo, a veces siento que me pide que sea yo quien me atreva. Pero es mentira y lo sabe ¿o no lo sabe, o sigue creyéndose el cuento?: Tu no la miras, tú no le pides nada, al menos no literalmente, al menos no reiteradamente. Entonces lo mejor es el retiro. El cierre. Es mejor no verte aunque sea tan feliz al verte. Es mejor no saber. Es mejor no verte para alimentar ni lo que es ni lo que será. Es mejor salir corriendo. Es preciso jubilarse antes de tiempo.

sábado, enero 19, 2008

Adriano

Nunca había visto a un profesor llorar en clase. Hablabas de Juan Rulfo, recuerdo, y al comentar su obra te salieron gordos lagrimones.
Cuando leí País Portátil entendí que tu sensibilidad y tu talento estaban también en tu escritura, en esa novela grande que debería ser lectura obligatoria para mirar el país.
No todos los alumnos entendían tu pasión al hablar de Lezama Lima, de Borges, de Cortázar. Tú lo sabías. Algunos habían tomado esa materia electiva sólo para tener los tres créditos necesarios para completar el semestre. Entonces cuando entrabas a ese salón feo de la escuela de Comunicación Social de la UCV apuntabas con el dedo y de veinte estudiantes escogías a dos, tres, cuatro. "Sólo a estos les doy la clase".
Siempre me apuntaste con tu dedo.
Creo que también era de las que lloraba en clase. Y me he aguantado los mocos para no ser ahora de las que lloran dando clase.
Para alguna tarea, hice un cuento.
Un día alguien llamó a mi casa. Una voz de hombre se detuvo a narrar durante hora y media aquel relato mío de unos niños y una casa abandonada y un escarceo sexual torpe. Pensé que era alguno de mis amigos que había leido lo que yo había escrito y le había gustado. Luego esa voz, tu voz, dijo generosas palabras sobre mi intento narrativo. Recuerdo que me dijiste que era la primera vez que la palabra totona se registraba en un cuento. Me hiciste bien. De algún modo, en esos veinte años míos tan inseguros, me nombraste escritora. Y aunque no he sido consecuente con mi nombramiento oficial, sé que es mi deuda. Y es mi gran error interrumpirla, posponerla.

jueves, enero 10, 2008

los niños no existen

para mary


Uno

Entrevisto a un grupo de niños que están en situación de riesgo y se recuperan en una casa hogar. Les digo que me cuenten sus historias. Uno responde, con seguridad y precisión: "No tengo historia". Yo le comento que eso no es cierto, que todos tenemos historia, que a todos nos han pasado cosas buenas y malas. Entonces me mira, desconfiado, escrudiñándome y me pregunta, como si no lo pudiera creer, en un tono que es casi un grito: "¿A usted le han pasado cosas malas?"



Dos

Voy a una casa que fue invadida por dos familias. Un policía está en la calle e impide la entrada. Le pregunto cuántas personas están dentro de la vivienda. "Tres personas", afirma serio. Me extraña su respuesta, pues yo tenía la información de que eran más y le vuelvo a preguntar si está seguro de que ése es el número de personas que hay adentro. "Sí, tres personas", responde malhumorado pensando seguramente que yo era sorda o tonta. No le creo e insisto en cuántos adultos y cuántos niños hay allí. Y entonces me dice: "Ya le dije, son tres personas... y ocho niños".