lunes, noviembre 28, 2005

el hombre más bello del planeta Tierra y sus alrededores

Se lo escribí hace días a una amiga. En realidad a dos. Sólo que a una le detallé más el asunto por email. Conocí, le dije, les dije, al hombre más bello del planeta Tierra y sus alrededores. A ver, aclaremos, porque una de mis amigas no entendió, no es que conocí al amor de mi vida, tampoco fue que me enamoré. Reconozco que siempre he amado a seres más terrenales y, en ocasiones, rastreros. Fue que vi al hombre más bello del planeta Tierra (y sus alrededores). Y por supuesto, me sentí mortal y ajena a su imponente presencia, a su dulcísima voz, a esa sencillez de quienes lo tienen todo y no andan presumiendo de ello, sino más bien parece que les diera como un poquito de pena ser tan perfectos, tan hechos a la medida de los dioses. Este, lo juro, caminaba flotando a unos 20 centímetros del suelo y sonreía franco y miraba de frente y escuchaba con interés las dos o tres anécdotas graciosas que pudo alcanzar a contarle esta tímida disfrazada de atrevida, pero a la que le quedaba tan bien el disfraz de atrevida. Quizás fue generoso, desde su altura y su aura de príncipe, bajar un rato de su altísimo palacio y conversar con la más oculta de las plebeyas. Quise ser, de nuevo, Uma Thurman o alguna diosa parecida, para oir de nuevo la calma que produce su voz apacible, sus palabras sin soberbia, incapaces de mirar por encima del hombro a la gente normal y corriente, como yo, esos que nacemos, nos reproducimos y morimos (y en el interín tenemos altibajos, perdemos la compostura, botamos el café sobre la blusa nueva, lloramos a moco tendido, lloramos de tanto reirnos, es decir, un clima demasiado variado, poco predecible por los meteorólogos). No me enamoré, que conste, ya he dicho que soy un caso patológico de atracción hacia lo equivocado. Sólo me hizo constatar que la ficción -ésa, la de los cuentos de hadas y que al menos yo me obligo a no creer aunque en el fondo crea- camina en estos días por las calles de Caracas, con camisa blanca y chaqueta negra y no doy más detalles aunque no creo que lea este blog (y qué importa si lo lee, supongo que si se descubre aquí sonreirá, desde su perfección y no se sentirá más o menos perfecto, más o menos superior). Eso me mostró él, que se puede ser perfecto sin ser superior, sin dañar, sin echar en cara. Tiene, dije, la seguridad de su armonía, de su integridad, de su vida de artista, del que no se exagera aunque está muy alto. El hombre más perfecto del mundo, con su sonrisa, su magia (sí) y su bella escritura-porque para más colmo escribe bien- existe. Si usted -dama o caballero- lo ha visto, seguro que pensará lo mismo que yo. Ese hombre existe para cuestionarnos, quizás, por qué casi siempre nos enamoramos tan mal.

miércoles, noviembre 23, 2005

El cargo vacante

Dejo mi cargo vacante. Mi cargo de torpe, basta de meter la pata e insistir en romperme el dedo gordo con la piedra, basta de insistir en tomar un tren que abre las puertas y te las cierra en la nariz y las vuelve a abrir como si nada. Mi cargo de tímida, ¿por qué el miedo de sentarme en un bar con una cerveza en la mano? Mi cargo de tiracoñazos, siempre soy la que le cubro las espaldas a los otros que quedan mejor que yo, la maluca, pues. Mi cargo de justiciera, que perdí -o se me rompió- mi capa de supermana. Mi cargo de invisible que nunca supe ocupar del todo -siempre descubro un tobillo-.
Regalo (nadie querrá comprar ¿o sí?) mi cargo de jugadora del segundo turno en este juego de locos (el tablero siempre obliga a los mismos pasos, el dado sólo tiene seis caras, las mismas siempre y no hay número 7). Boto a la basura (no se lo deseo a nadie) el cargo de triste. Encierro bajo siete llaves el cargo de monstrua (hay que dejarlo allí, hibernando, que uno nunca sabe cuando requiere ponerse de nuevo el disfraz).
Dejo vacante (sobre todo y es comprensible) mi cargo de amadora, ya basta de querer de un solo lado, o de querer a quien no valora la querencia, o de querer sin mirar a quien de veras me quiere -o a quien de veras quiero- o de no querer y seguir creyendo que quiero. O quizás el cargo que he tenido en estos tiempos tampoco es de amadora sino de estatua de mármol, objeto de exhibición a la distancia que otorga sin duda la piedra.
Dejo también otros cargos vacantes. Cargos de la vida, se entiende, que los cargos profesionales debo cargarlos a cuestas, recuerden que hay dos bocas que aún no han cumplido la mayoría de edad, bocas que aspiro acompañar hasta que lleguen al postdoctorado. Algunos amigos saben a qué cargos, a qué cargo en singular me refiero. Otros intuyen. Soy tan evidente. Otros me piden a gritos que deje ese cargo vacante, que quizás merezco un cargo mejor en una embajada en la estratósfera, o quizás merezco más bien andar sin cargo, andar de free lance de la existencia y aceptar contratos temporales, con todos los términos que dé, no la ley, sino la verdad de unos ojos que miren de frente.
Me quedo, por los momentos, con el cargo de atrevida, a ver si me atrevo, en realidad, a ser atrevida. Me quedo con el cargo de mamá, que me viene tan bien. El de desertora lo usé y lo tengo guardado en el bolso (junto con el cargo de rabiosa, junto con el cargo de indecisa, junto con el cargo de escondida) por si acaso me arrepiento, pues abrir el bolso, mirar adentro, respirar hondo y seguir pa'lante. Y bueno, aún es que quedan cargos por ahí a la espera de esta mala actriz en busca de parlamentos, escenografía, vestuario y público. Al menos hasta nuevo aviso y sin premuras.

lunes, noviembre 21, 2005

los desertores

mucho más auténticos que los escapistas, más realistas, más pragmáticos, pero por supuesto, menos artificiosos, menos mágicos, menos espectaculares, los desertores simplemente nos negamos a abordar el tren. ya basta de excusas. ya basta de tener que ir a alguna parte ¿quién ha dicho que es menester el boleto?, ¿quién no ha sentido que sobran las maletas?, ¿tiene poder de transformación el viaje?, ¿se alejan realmente los fantasmas del otro lado de la frontera?, además ¿quién dijo que quería de verdad-verdad ir a alguna parte?, ¿quién dijo que con quién?
los desertores ponemos fin. punto final. sanseacabó. coño, a veces nos cuesta y nos damos de cabezazos y rebotamos. pero de pronto decimos ya: no hay motivos para seguir viajando. vamos a ignorar al maquinista, al taquillero que insiste en vendernos el boleto, al gerente que pide desalojar el andén. no queremos parar el ferrocarril, que suban otros si quieren. sólo pedimos que se nos respete el derecho a desertar. a la rebelión misma. el derecho a mirar el techo. el derecho a entristecernos si queremos o a salir volando o a correr a esos brazos que quizás no se han abierto más por nuestra propia culpa, por ese mal hábito que tenemos que subir al tren en marcha, tirando coñazos a diestra y siniestra.
los desertores queremos detenernos simplemente, que nos dejen en paz, requerimos llorar nuestro desierto. hay que tocar su sequedad, y dejar de estar tomando trenes para no pisar tierra. hay que golpear el piso quebrado. se tropezará con piedras: sí (somos torpes), se resbalará con las propias lágrimas: también (somos tristes), se esconderá en el rinconcito: claro (somos tímidos), se nos ignorará entre el maremagnum de princesas: seguro (somos invisibles). pero nos enamoraremos con más locura que la vez anterior : evidentemente (somos amadores). por los momentos, vamos a quedarnos en paz. tenemos miedo -justicieros sí, héroes patrios, aún no-. ya suficiente riesgo es desertar. ya suficiente maratón es decir basta. hay que descansar, que hace calor en el desierto. ya habrá energía para seguir caminando. porque una cosa tenemos los desertores, saber que desertamos hoy -y desertamos desertamos, nos quedamos desnudos en el desierto- para no tener que desertar mañana que el día está tan bonito y quizás el tren ¿el mismo? ¿otro? nos convoque.

los escapistas

Viene el tren, les avisan. Y echan a correr, pero no como los demás, que vuelan hacia los vagones, tropezándose unos a otros, para tomar un asiento con ventanilla. Los escapistas emprenden la carrera hacia otro lado, bien lejos del ferrocarril y del destino que les espera dentro de él. Huyen, como dije, y el tren que no tolera desvaríos -los trenes están hechos para ser abordados- emprende una febril persecución para alcanzar al extraviado, a ése que se aleja con sudor y sin maletas. De pronto al tren se les hacen prescindibles los pasajeros que pagaron su pasaje y aguardan ansiosos y se empeña en asumir como único usuario a esa oveja descarriada. A veces la máquina alcanza al extraviado, la mayor parte de las veces no, otro mágico escape más del escapista, que ya quisiera aquel legendario ladrón Petróleo Crudo cuando se escabulló de la cárcel El Burro.
A los escapistas pueden amarrarles bien duro las manos, atarlos con esposas de perfil sadomasoquista, envolverlos en un saco enlazado por mil nudos, colocarlos luego en el baúl bajo siete llaves. Ellos saldrán y saldrán ilesos, y seguirán corriendo, que son como conejos, flexibles, rápidos, astutos.
A los escapistas pueden atarles, incluso, el corazón, habilmente sabrán salir de la trampa, que ellos saben que el amor es un eufemismo, un gran regalo envuelto en lazo rojo por fuera que suele contener amarras bajo el decorado.
Los escapistas hacen el amor sabiendo que probablemente no estén haciendo el amor sino el olvido.
Los escapistas andan equipados: alicates, destornilladores, cuchillos, tijeras, como herramientas para desarmar candados y desatar cuerdas; y también, porque son humanos, algodón y curitas, bien sabemos que quedan magulladuras, golpes, chichones, tras cada escape.
Quiero, lo sabe Mandrake el Mago, lo sabe el Mago Merlín, lo sabe Blakamán, lo sabe Silmariat -otro gran mago amigo-, ser escapista, pero escapista de mí misma, al menos por un día.

sábado, noviembre 19, 2005

el carro rojo

"Fuera Bush", decía el cartelito en el parabrisas. Y la muchacha adentro, preciosa, con su gorra roja, con una franela roja -igual a la de tantos- que promocionaba alguna de las misiones. Ella estaba adentro del carro, detenida. Esperaba que llegara el resto de la marcha, de la gran marcha que pasaba por la Francisco de Miranda, bajo jurisdicción de un municipio Chacao que se dejó de cacerolear. Supuestamente la manifestación era por la unión de los pueblos de de México y Venezuela, y en apoyo -por supuesto- a Chávez, pero también aparecía uno que otro afiche de Danilo Anderson y en uno de ellos Danilo como prócer junto a Bolívar, así que la nutrida movilización -estaba nutrida- también era por él, asesinado en un perverso atentado hace un año. Marcha multifacética, pues. Muchas franelas rojas caminaban enérgicas, casi todas de ese rojo de estreno. Muchas banderas de Venezuela, también de México, también de estreno. Algun cartelón con el eslogan más actual del gobierno "Rumbo al socialismo".
Vuelvo a ver a la muchacha, la del carro rojo. El carro descapotable, el carro último modelo. El carro marca gringa, como los que usan los actores de Hollywood, no poco menos. El carro rojo. "Rumbo al socialismo", reafirmo recordando el cartel. E imagino cómo será el socialismo para la muchacha que recién estrena su convertible. Me pregunto si sentirá la contradicción entre socialismo y el carrazo; si se sentirá socialista desde su gorra roja, allí sentada en el asiento de cuero, para acompañar el sudor del soberano de rojo que camina. No sé si esa muchacha odiará más o menos a Bush cuando tenga que importar los repuestos de la nave made in USA. ¿Será el socialismo, para ella, la franela roja para todos -ella, supongo, sobre un sostén francés- y el carrito convertible para uno? ¿Será el socialismo la dádiva para la mayoría y el exceso para los pocos? ¿será para ella, la misma miseria que condenamos del puntofijismo, solo que repartida para otros -también exclusivos-nuevos beneficiarios? ¿Será, qué se yo, el socialismo haber escogido el color del carro?
Yo, no lo puedo negar, creo en el socialismo de las oportunidades, creo en el socialismo comeflor del acceso sin fronteras a la salud, a la educación, a la vivienda... Pero éste de la muchacha parece más un socialismo VIP, un socialismo dale ahí algo a las masas (se ven lindísimas con las franelas rojas) y lo celebramos con un whiskicito 18 años y un viajecito a Nueva York.
No creo entonces -lo siento- en el "rumbo al socialismo" de la muchacha del carro rojo.

viernes, noviembre 18, 2005

los tristes

una vez escribí de los tristes, de los tristes con un porqué. pero éstos son otros tristes, injustificadamente tristes, es probable.

Viene el tren, les dicen. Pero se quedan anonadados, mirando a la nada, qué desgraciados ellos que no ven pasar el tren. El vigilante del andén insiste, les toca el hombro. Ey, que viene. Se quedan viendo el techo, o el cielo que ellos mismo han techado. Qué mala suerte la que tienen, comprar un boleto para perderlo, con lo caro que cuesta. Un funcionario les alerta: Ya se detuvo, es su tren, aguarda poco en la estación. Pero ellos se detienen en esa hendidura, allá en la pared (pasa una fila de hormigas). Los arquitectos han hecho mal ese andén: tiene arrugas. Suena un pito. Dos. El gerente se para enfrente, da dos palmadas para llamar la atención: Es el último llamado, no devolvemos el dinero y no vendrá otro más. Es el último tren hacia ninguna parte. Siempre ninguna parte será mejor que aquí, en la nada con arrugas, sin embargo, ahora no hay más camino que el de las hormigas, una tras otra, consagradas a la tarea que les encomendó su especie. Qué irresponsabilidad de servicio, el tren no llega, en cambio las hormigas siempre saben su destino, siempre hay una hormiga delante a la cual seguir, quién fuera hormiga, una más, sin nombre. El tren se fue, le ha advertido la señora que limpia, debe desalojar la estación. Cae una lágrima, por supuesto, siempre sobra llanto en ellos, derrochadores. El tren, quizás, era una esperanza. Al menos, haberlo visto hubiese sido una bonita historia, la gente saludando en las ventanillas, un reencuentro, alguna cara conocida, otra por conocer. Ya ni siquiera queda constancia del viaje por hacer. Es mejor romper el inútil billete. La maleta es más afortunada, vuela en un tren al que le salieron alas. Ah ¿se fue el tren? ¿se fue? También las hormigas han hallado refugio en la hendidura. Las arrugas tienen razón de ser en la pared. Arquitectos ecologistas. Hace frío.
Los tristes, coño, los tristes se bañan en sus lágrimas. A los tristes se les escapan los trenes y también las manos abiertas, las tardes de café, la luna redonda en el mirador. Los tristes no ven sino su tristeza en la baranda del décimo piso desafiando un equilibrio que no tiene. Los tristes se ahogan en el vaso sin agua. Los tristes tampoco es que tienen muchas figuras literarias esta noche. Demasiadas hormigas en las arrugas de la imaginación. A los tristes les pasa eso, se agotan de ellos mismos, se anudan, patean su existencia. Y el tren se va, sin duda. No aprenden de las hormigas: caminar hacia adelante sin dudarlo, sin desviarse en el color del techo, escuchar la bocina del tren en movimiento, porque aún hay chance de correr tras él.
Los tristes se niegan a la primera persona. Los tristes prefieren la tercera como para que no sepan que están tristes.

miércoles, noviembre 16, 2005

el niño de la playa

no fuimos a esa playa bellísima que se va en lancha, fuimos a otra, más cerca de la carretera, temíamos una tormenta y, previsivas, preferimos estar más cerca de tierra firme.
nada más nos instalamos en el toldito violeta se nos acercó él. era un muchacho moreno, de lindo rostro. al principio no dijo su nombre. sólo se bañaba muy cerca de nosotras y a veces tocaba la colchoneta amarilla y medio desinflada que nos habíamos llevado para jugar en el mar. poco a poco se fue involucrando. me mecía a mí o a mi hija en la colchoneta. hablaba. hablaba mucho.
dijo que se llamaba Gabriel y tenía 14 años, aunque parecía de menos. pero eso lo dijo después. primero explicó, sin que nadie le preguntara, que estaba tan flaco porque su papá era flaco. le pregunté si estaba solo en la playa, dijo que sí, que sus papás lo dejaban andar solo. luego me preguntó ¿por qué alguien tiene guardaespaldas? yo le dije que no sabía, que yo no tenía guardaespaldas, por ejemplo. y él conto que su papá tenía dos guardaespaldas y que era militar. y siguió contando que era de Valencia y que había alquilado un autobús de dos pisos "que no se paró en ningún momento en la carretera" para llevarlo a esa ciudad de playa, donde ahora vivían. yo me mudo mucho, relató, y también dijo -comiéndose las eses y permutando erres por eles- que estudiaba 4to año de bachillerato y que era el mejor alumno del liceo. decía y decía, en un decir que iba con fluidez de una relativa realidad a una simpatiquísima fantasía.
fue entrando en confianza él solo. hicimos un castillo de arena, y de pronto empezó a enterrarme un pie, la pierna izquierda entera. "No va a salir nunca", decía con cierto tonito de hombre poderoso y me seguía echando arena. sin embargo, no pudo con sus cálculos, de un tirón salí de la prisión de arena y corrí a bañarme a la playa. me pidió "tóqueme la cara, está caliente del sol", y se la toqué. me pidió "tóqueme la espalda", como quien pide un cariñito que no le corresponde. luego nos llevó a mi hija y a mí en la colchoneta, él era el chofer de esa barca que se desinflaba cada vez más, se reía haciéndonos caer, se reía riéndose él.
supo que no comeriamos en la playa. dijo entonces como quien no quiere decir: "mi papá no me dejó dinero y tengo hambre". lo dijo sutil y orgulloso, sin pedir, pero queriendo que le diera. le dije que le compraría unos perros calientes cuando abriera la tienda y se puso contento y siguió jugando como si nada, cariñoso, educado y atento conmigo y con mi hija. "ella no tiene sus ojos", dijo en un momento, "pero las dos sí tienen esa nariz finitica". un galán. sentí por un segundo que jugaba a que éramos su familia, una mamá y una hermana por un ratico. había en ese interín cierta dependencia afectiva, cierta necesidad de estar, de apersonarse del momento, del aquí y del ahora, de nosotras. durante un ratico se fue a jugar futbol con otros niños que recién habían llegado con un papá, pero estaba pendiente, volvía con nosotras, me pedía otra vez que le tocara las mejillas calientes.
de pronto lo llamé, le di el dinero y se compró la comida. nosotras nos bañábamos mientras, abrazadas y gozando del agua, par de pecesitas. no volvió a meterse al mar. no volvió a acompañarnos. siguió jugando futbol con aquellos niños cuyo papá tenía una gavera llena de refrescos y sandwiches. ese papá, esta vez había sólo un papá, estaba empeñado en enseñar al bebé más chiquito a patear la pelota y él se metía y ayudaba, como un hijo más.
adoptó Gabriel una familia nueva. temporal pero novísima. pasó de la familia de la colchoneta amarilla, a la familia del balón de fútbol. veamos que el muchacho tiene capacidad de trasmutarse. veamos que su vida no tiene nada de monótona, pues.
nos fuimos, no nos vio, no quisimos molestarlo en esa su nueva vida. nosotras éramos ya su pasado.
quizás nosotras pasamos, junto a su papá de guardaespaldas y autobús de dos pisos, a la galería de historias que contar.
quizás el amor es así.

domingo, noviembre 13, 2005

los monstruos (yo hoy, por ejemplo)

los monstruos (los no sagrados) paramos el tren a los golpes (tomamos prestada para ello -nos robamos, más bien- la faceta tiracoñazos), no importa, aunque el tren en el brusco frenazo que le obligamos a hacer, nos atropelle, aunque nos deje vueltos nada, un sangrero en medio de la vía. lo paramos y después no sabemos para qué, lo dejamos detenido, con la gente protestando adentro, porque llegan con retraso al trabajo, al primer día de clases o a conocer a esa persona amada que quizás no espere en la próxima estación y se devuelva harta de aguardar a nadie.
los monstruos somos una mierda.
¿será que dejamos de creer en el amor los monstruos? ¿o es que en quien no creemos es en el ser humano? ¿o probablemente no confiamos en nosotros, nos hemos ido desgastando en nuestra faceta de amadores, de atrevidos, de justicieros de lo imposible y nos volvemos desalmados, nos salen pelos verdes, bufamos?
los monstruos, de verdaíta, valemos poco. no, no somos de confiar. nos pegamos con chicle a otros monstruos. pisoteamos ángeles y arcángeles y santas patronas. en realidad nos pasamos por el forro todo el santoral.
¿estamos tranquilos con nuestra conciencia los monstruos? o acaso ¿tenemos conciencia?
eso sí, no nos disfrazamos de ovejas. no prometemos protagonizar una novela con gran audiencia y capítulo final con the end. somos contradictorios y coñitos de madre y celosos y egoistas; los bichos malos de la película, pues. lo reconocemos sin tapujos. somos monstruos-monstruos y agarramos arrechera y vamos patras y palante.
claro, que los monstruos casi todos -por lo menos los monstruos-monstruos, los que lo asumimos, los que no andamos con hipocresías- creíamos en el amor en negritas. pero nos arrancaron las uñas una a una -y los ojos- y nos quedó ese vértigo, ese miedo a las alturas y la rabia como respuesta inmediata.
no podemos -no sabemos- competir con la bondad. menos aún con la supuesta bondad. con la bondad que se cree buena porque sí, y con derechos por ser buena y que nos disfraza de monstruos sin haberlo sido y nos deja así en la historia: monstruos de pezuñas, gruñidos y veneno por dentro.

los monstruos no fuimos monstruos (seguro), por eso casi todos lo terminamos siendo. algunos obligados. otros -finalmente-con gustico.

miércoles, noviembre 09, 2005

El regalo más hermoso del mundo

Es verdad, V. me regaló ayer unos girasoles tan grandes y tan alegres que despiertan todo el sopor que a veces se siente en la oficina -siempre ajetreada, pero siempre tan necesitada de inyecciones de café (no nos drogamos por estos lares)-. Es verdad, F. me regaló unos zarcillos de madera que me hacen ver gitana, y hasta bailo con ellos, yo que no bailo. Es verdad, mi hija me regaló un hermoso poema (y esto es clase aparte, no se mide con ninguna vara, es preciosa, mi amor). Es verdad, mi hijo me despertó con una felicitación (también clase aparte, también mi gran amor). Es verdad, mis compañeros de trabajo me picaron una torta (aunque yo no quería, esa cantadera en medio de la oficina, entre gente que anda por ahí, que no te quiere ver ni en pintura, pero que muere por un pedazo de torta). Es verdad, N. -en sus intentos de estar ahí- me lanzó en una tienda del Sambil a comprarme ropita linda sin límite de crédito (aunque yo, sencilla y modesta, no abusé).
Pero el regalo más lindo de este año me lo dio un preciosísimo joven bloguero: Luis Carlos. Ayer se me acercó, nos abrazamos (primera vez, aunque nos habíamos visto por esa casa que vence las sombras que tenemos en común) y me dio el CD: TVMaga. Una hermosa selección hecha por él de muchísimas cosas que él sabe (por lo que he escrito) o que él intuye -y con toda razón- que me gustan. No he podido verlo todo, pero les comento que hay textos de Cortázar en su propia voz, música de Sabina, relatos, textos en su voz o música de Benedetti, Galeano, Gelman, Fontanarrosa, Poniatowska, Groucho Marx, Gurrufío, Lanato, Dolina, Pescetti, Pinti...entre otros, algunos de los últimos, por cierto no los conocía, pero estoy abierta a las nuevas experiencias. Ah, y 31 minutos, ese programa de tv chileno que nos encanta a mis hijos y a mí y donde debería estar yo trabajando, vacilándome el humor de los carajitos.

Este es el texto que acompaña el bello regalo:
"No alcanzan los agradecimientos, por eso intento recoger un baúl de regalos para vos y dejártelos en este disquillo plano que gira en tu ordenador. Que te acompañe cuando quieras que algunas palabras te acaricien el oído o se hagan sitio en tu montura (Serrat dixit).A ver: te he dejado más o menos ordenadas en las carpetas de los culpables, una serie de audios, videos y algunas lecturas. Unos serán de viejos amigos, otros merecerán serlo. Sólo eso, te regalo una colección de momentos. Espero que cada uno logre ser una aventura.De un lector, de un amigo.
Feliz cumpleaños, aprendiz de maga.
LuisCarlos
noviembre, 2005"


Gracias, Luis Carlos, me parece todo lindísimo. No te imaginas cuánto me animó tu regalo. Se lo dije a F., nuestra alta pana en común. Ah, ahora yo te debo un libro.

lunes, noviembre 07, 2005

los justicieros de lo imposible

(para Greeny, a quien le gusta esta serie de perfiles -equivocados todos ellos-)

si los amadores -esos otros amadores, esos amadores ajenos que lloran por los rincones de todas las calles del mundo- a veces contemplativos y torpes se quedan babeados mirando el tren que se va irremediablemente, los justicieros de lo imposible estamos allí preparadísimos para llevarlos en brazos -pesan- y para montarlos en el vagón que nunca creímos alcanzar -nos prendemos el motor del culito, abrimos las alas y aumentamos la velocidad-. tomamos ese amor del otro como si fuera nuestro y con respiración boca a boca le damos intensidad a la trama donde nunca besamos al coprotagonista. dejamos la escena The End y nos vamos a la arepera más cercana a tomarnos una cocada y a ver las noticias ésas en las que hablan de ese héroe anónimo que ya no sabemos si somos nosotros.
somos héroes anónimos, sí, no aparecemos en los créditos de la película. coherentes con nuestra negación de protagonismo.
y si los invisibles se esconden tras la puerta jugando al escondite con alguien que hace rato se fue para otra parte y los dejó absurdos ansiando un descubrimiento que nunca se iba a dar, los justicieros de lo imposible los sacamos a la luz pública, con aplausos, bambalinas y como premio sorpresa les pagamos para su disfrute -con otro- una habitación con jacuzzi en un hotel cinco estrellas. la invisibilidad ajena se borrará y el invisible sera visible en su sonrisa -en pelotas, bajo la espumita-.
héroes sí, y anónimos, invisibles nosotros jamás (pedimos la habitación de al lado, que nos encanta un jacuzzi)
si los tiracoñazos andan, por supuesto, cayéndose a coñazos como con cuatrocientos cintas negras (y ganan, los coño de madres, porque los tiracoñazos están de suerte casi siempre porque tienen dientes y gruñidos), los justicieros de lo imposible nos sentamos a reconciliar las partes que terminan todos tan amigos, tiracoñazos y coñaceados tomando cerveza y odiando todos juntos -por fin de acuerdo- a ese justiciero tan metiche.
héroes sí, y anónimos, pero de un incomprendidos los justicieros.
si los atrevidos se lanzan al vacío en busca de esa rosa que nadie les lanzó (pero una rosa es una rosa es una rosa y tiene el olor a ella), los justicieros de lo imposible estamos abajo para recogerlos -a veces nos aplastan, atrevidos pasados de peso-; si los tímidos no hablan, los justicieros de lo imposible somos ventrílocuos, marioneteros, titiriteros que movemos pies de manos de otros, avivándolos si les falta cuerpo, espabilándolos si les falta alma; si los torpes ya se han tropezado tantas veces con la misma piedra que ya no sólo sangra la rodilla, sino la piedra, el camino, el planeta, estamos allí con nuestro equipito de primeros auxilios y el sana-sana-colita de rana y un helado de chocolate con lluvia de chocolate y mimos (para la piedra) y la ambulancia y una canción para dormir (sí, tenemos nuestro raptus de cursilería los justicieros).
los justicieros de lo imposible asumimos la causa del otro como nuestra y nos lanzamos a la guerra, que inevitablemente ganamos para los otros. nos encanta que la gente esté feliz, tan feliz que no se acuerde del justiciero de lo imposible que hizo posible la felicidad (no, no hay propina). nos gusta el bajo perfil. ¿saben? cuestión de privacidad. nada de autógrafos. los justicieros de lo imposible no queremos que nos reconozcan. por eso están los que cargan máscaras, o capas, o disfraces, o nocturnidad como camuflaje. o una falsa identidad, como esta justiciera. por eso nadie nos reconoce.
aunque a veces sí.

Se busca a NICOTINE (sin nicotina, por favor)

Ha desaparecido de esta casa de putas sin putas (se declararon en huelga)
NICOTINE
Ofrezco recompensa al que lo encuentre(unas cervezas en mi tasquita vecina para los que toman, un "mus" de guanábana en la danubio para los, como yo, zanahorias). Preferiblemente lo quiero vivo, sonriente, irónico, coñito de madre y tan buen amigo como lo ha sido siempre. Ah, y no se aceptan cigarrillos, que ésta es el área de no fumadores del burdel venido a menos -como todo burdel que se precie de serlo-.
(Claro, me lo tendré que calar echón, quién le aguanta el ego después de esta oferta pública por su cabeza)

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¡GRACIAS! A todos los que me felicitaron por mis 41 años bien vividos. Gracias a los que conozco y también a los que no, pero que también conozco.
A mis amigos blogueros:
Gracias Compadre (no mío, pero asumido) y primer lector, Birdy, SIlmariat el ángel, Rabineb (qué casualidad que me viste, me hubiera gustado que me saludaras y me dijeras "aquí estoy"), Alvaro con quien me gustaría conversar horas sobre periodismo, Carmelo -"mi" Carmelo-, Fedosy (triplemente suertudo), Martha -incondicional y dale con querer quitarme mi nombre de batalla-, Rom desde las estrellas, Nicotine -perdido en Caracas, a veces gigante, demasiado lejos de mí-.
Gracias Greeny, Nostalgia, Marianne, Luis Carlos (¿nos vemos mañana en la mañana?), Color Dorado (visítame), Rodolfo -te sale cervecita-, Edén (porque también soy mono en el jueguito ese que tienes en tu blog, aunque en realidad soy dragón dragón y luciérnaga), Metalhen, ee, protheus, Lunita, Unocontodo, Iria.
Gracias Cari -¿y entonces no me vas a ver más nunca?-, Troka, Ronald, Caporal, Saa Vicenzo, Reidentort (sí, sé reir), Kira.
Espero que no me falte nadie, que soy mala para las listas.
Y gracias a mis amigos del trabajo, a los del colegio, a los del camino. Gracias a él, N., a pesar de todo, por sus intentos de estar de nuevo en mis 41. Gracias a mi mamá, aunque se puso a llorar cuando me vio el sábado. Gracias a mis hijos, pendientes de cuidar a su mami.

domingo, noviembre 06, 2005

Ayer (con Fito)

Claro. Por supuesto que me cantó a mí, aunque yo estuviese botadísima en casi la última fila y en el extremo izquierdo de balcón. El sabía que yo cumplía años y por eso me cantó, como para competir con Sabina y que lo quisiera más que a él. Casi lo logró. Lo que pasa es que soy tantito fiel con mis pasiones y claro que no las sustituyo, más bien, coloco otro Dios en mi altar para prenderle una velita.
El día todo fue bellísimo. Mi hijo me levantó temprano con un beso. Mi hija me dio un poema de dragones (los dragones fueron los que escribieron el poema, que conste). Como a las 7 am me llamó Silmariat, uno de mis ángeles virtuales que hacen vida en Europa. Luego mis hijos y yo fuimos a comprar torta y pasapalos en la Danubio. Compramos una torta de frutas pequeñita para picarla en la mañana con mi mamá, la otra -de fresas- nos la llevamos a casa. Compré cervezas. Luego sabría que compré pocas. Había más pasapalos que palos.
En la tarde llovió. Por supuesto, tenía que llover. Siempre llueve en mi historia. Vi una peliculita española medio medio. Me bañé. Me puse la blusita blanca y los bluyines, zapatos de goma para bailar y también para sortear los charcos que siempre quedan en una Caracas no dispuesta para la lluvia.
El concierto de Fito Páez fue fantástico (lo que sí fue malo fue el dj del principio). Se entregó al público, lo dio todo, se le notaba el disfrute, la complicidad con sus músicos, el don de dirección, se le notaba el genio, el talento, la autenticidad, la intensidad de una vida no sólo vivida sino amada. Con razón había un muchacho arrodillado en la primera fila, como quien adora a un santo. Con razón las chicas se quitaron los sostenes (no entendí cuando lo pediste -seguro me lo estabas pidiendo- porque también me lo hubiera quitado...el sostén, las pantaleticas). Creo que toda el Aula Magna ya estaba emocionalmente en cueros ante la desnudez de alma de Fito. Con razón un par de amigas mías sueñan con envolverse en un paquete con un lacito y ser enviadas por DHL a la habitación de su hotel. Con razón él dice que probablemente ha dejado varios hijos en Caracas. Quisiera ser una cierta voluptuosa y espectacular actriz que se le acercó -me dijeron- en la rueda de prensa y le dijo algo en el oído. Quisiera. Pero no soy.
El último disco "Naturaleza Sangre" es completamente bueno. Cantó casi todas las canciones: Naturaleza Sangre (buenísima, intensa), Urgente Amar, Ojos Rojos, Bello Abril (bella, bella), Música para Camaleones, Los restos de nuestro amor (uf), Nuevo, Insoportable, el Centro de tu corazón, y algunas más. No son sólo las letras, es la música toda. Es también él y su cabellera.
Fito también cantó los clásicos, qué se yo, "Mariposa Tecnicolor" (la cantó al final, un amigo mío iba a morir si no la cantaba), "Llueve sobre Mojado" (me volví como loca). Lástima que no cantó la del suicidio del último disco que es, sin paradojas, "para morirse": 139 Lexatins.
Después vinieron mis amigos del trabajo a casa. Mi hija me puso un cartel en la puerta: Feliz cumpleaños, mamá. Mi hijo había arreglado la mesa. F. una amiga de 21 años que es, como el poema de Maiakovski que siempre reservé para describirme a mí misma, pero que le calza: "soy todo corazón que palpita en todas partes". Estaba M, mi amiga más cercana, "mi amiga gemela". como dijo ella alguna vez. Esta Y. mi jefa y amiga de tantos años. Estaba J. mi buen compinche. Estaban N., M., C., O., todos tan jóvenes (les llevo exactamente 20 años) y tan chéveres, me hacen sentir quinceañera. No alcanzaron las cervezas. Mi hijo después me preguntó si todas mis amigas eran pavitas. Bueno, casi todas (y las que no son pavitas, lo son en realidad). Nicotine y el compadre me embarcaron. Se perdieron ver a las pavitas. La reunión terminó a las 2 am de hoy. Hablamos de Fito, de Fito y de Fito. A mi hija le sorprendió la hora, aunque ella pasó el tiempo jugando con una amiguita (N. hija de M.) que es como ella: un hada hecha niña. Es que somos gallos en esta casa, nos acostamos antes de las 12 siempre, por eso la hora era un poco rara, los vecinos deben haberse sorprendido de la bulla, aunque nadie dijo nada.
Estuve muy feliz. Gracias a mis amigos. Y gracias a Fito. El sabe que me estaba cantando a mí. Y Sabina no es celoso.
Ah, y por supuesto, no puedo dejar de decirlo. Gracias a todos, a todos los que me escribieron por el blog o por el email (cada uno se merece un detallito, pero mi hijo me está velando la computadora). Por ejemplo, Rodolfo se me acercó después del concierto, me dijo feliz cumpleaños, me abrazó y me dejó un poco perpleja. Aunque él dice en su blog que me reconoció por los ojos y porque me ha visto antes en ruedas de prensa, aún el encuentro me suena mágico.
Siento tantos vínculos especiales de amistad por esta vía, vínculos de verdad tan auténticos, que cuando en estos días me dijeron que están previendo que en 15 años Internet será capaz de transmitir sentimientos y sensaciones, yo pienso que quizás nosotros nos adelantamos, porque aquí, de verdad se genera BUENA VIBRA. Aquí HABITAMOS LOS BUENOS. Como en mi casa anoche, como en el concierto ayer.

viernes, noviembre 04, 2005

Mañana

Mañana es mi cumpleaños. Nací el 5 de noviembre de 1964, a las 7:45 am en la Policlínica Las Mercedes de Caracas. Mi mamá tenía 45 años, mi papá 64, siempre fueron una especie de abuelos. Mi mamá me tuvo de parto natural. Creo que pesé 3 kilos y medio, si mal no recuerdo de lo que me ha dicho mi madre; creo que medí 54 centímetros, pero no estoy segura, ahora mido 1,67 , puede ser. Cumplo 41 años. Cuarenta y uno. Ya entro de lleno en la década de los 40. Despido inevitablemente los treinta y pico que no me invento, aunque muchos crean que tengo treinta y pico con estos zapatos de goma y este pelo largo y despeinado.
Mañana lo celebro con mi mamá y mis hijos en la mañana, con mis hijos en la tarde, y en la noche tengo el concierto de Fito Páez e invito luego a mis amigos a casa -cervecitas y cuentos de aquí y de allá y risas y solidaridad-. Me pondré esa camisita blanca hindú, sin mangas, que es sensual y dulce, pero compensaré el toque de distinción con unos bluyines viejos. Me gustaría que vinieran también todos los del club de los equivocados -todos ustedes- pero la mayoría está tan lejos (algunos de mis principales ángeles virtuales -ellos saben quienes son- corretean por Europa con su esencia latinoamericana intocable).
Me gustaría un abrazo del gigante de Big Fish, pero todos sabemos que es un personaje de ficción, que no puede abrazarme hasta abarcarme toda. Sólo el gigante de Big Fish, cientos de metros más alto que yo, es capaz -en estos momentos- de apretujarme y decirme que estoy viva. Pero ya dije que no existe o al menos se desterró al reino de lo imposible.

martes, noviembre 01, 2005

los amadores -no precisamente amantes o amados, pero ojalá-

a Fito, aunque no es mi cantante-amado, pero no sé, se lo dedico porque voy a ir a verlo en el concierto este sábado, día de mi cumpleaños

Los amadores amamos, inevitablemente. Que nos amen es otra historia, que bien vale ser contada en otro blog -que no éste-. No sé si esperamos el tren o si lo abordamos sin previo aviso -incluso ambos items se valen- sé que el ferrocarril nos sonará siempre a misión imposible y lo veremos perfecto y grande y dios y nosotros tan pequeños y mortales -que no morales-.
Los amadores amamos y nuestro amor arropa tanto el mundo que el amor que nos viene de vuelta (porque en ocasiones nos viene) a veces ni se ve, se transparenta, se arruga, se disminuye, baja la cabeza, o queda reducido al papel de coprotagonista, a un simple segundo plano, o a ser un extra que simula tomar un vino muy atrás en el bar mientras la cámara toma primer plano a nuestro amor protagónico, protagonista, primera figura, dama joven de la película que filmamos y que a veces sólo nosotros vemos.
Los amadores, en fin, como caníbales tragamos el amor del otro, lo masticamos bien, hacemos la digestión, mientras nuestro amor se exhibe lujurioso como un plato de lujo en la mesa. Los amadores desbordamos, el vaso rebasa y el amor empieza a empapar manos, brazos, mangas. El amor se riega por la mesa y mancha toda la sala y hasta hay que tomar una pala y recogerlo. Amor en el basurero, tuteándose con las cortezas de papas y mirando con ternura, seguramente, a algún cartón de leche solitario sin el niño que lo tomaba a escondidas con el pico en la boca.
El amor de los amadores es renovable, sobra, se regala entonces, pierde valor en el mercado amatorio, de tanto que hay, pues, se deprecia por sobreproducción, debe incinerarse para que no rompa el ecosistema, incluso porque empieza a reproducirse como mala hierba y a cubrir hectáreas destinadas a otros productos menos perecederos y con mayor valor por gramo.
Los amadores pedimos que nos inyecten y nos saquen el amor por un tubito, que nos inunda, que andamos con sobredosis amatoria, y donamos el amor en los hospitales y nos paramos en la entrada del metro y en vez de pedir una limosna andamos con restos de amor para repartir entre los desasistidos, los que vienen uniformados de la oficina, a los que les sobra cama en el cuarto o jugo de naranja en la nevera.
Y en ese pantanal de amor, pues se revuelca el amor ajeno y no se ve, barnizado por este nuestro amor inmenso de amadores que mejor no les cuento la historia cuando somos amantes o cuando somos amados, porque por sobre todas las cosas somos amadores, los que amamos sin remedio.
Ni mucho menos les contaré qué pasa cuando un amador se encuentra con otro amador (¿sucede o se chocan como dos polos positivos -mejor dicho, negativos-?). Creo que de allí, del amor de dos amadores, es que probablemente se originan los relámpagos. Y hasta dice una leyenda que los huracanes (pero sólo los que llegan a categoría 5).



(ah, estoy con mucho trabajo por eso no escribo tanto. Pero al menos en estos días voy a poder hacer dos reportajes buenos, por fin. Bueno, no sé si buenos, intentaré -contra el tiempo- que sean buenos)