viernes, agosto 26, 2005

el amor del rey midas


mañana me voy a margarita, pero me metì en este cybercafè porque necesito escribir, porque estoy como en desventaja, porque me quedè sin respuestas, no sin preguntas, pero sì sin respuestas. a veces creo que soy un bicho peligroso, que asì como el rey Midas tocaba las cosas y las convertìa en oro, yo convierto a la gente en años luz de distancia.
hoy soy transparente. invisible. como si me hubiera desaparecido del mundo. como si nunca hubiera existido, como si no hubiese dejado un reguero de migajas por ahì por la vida, a mi paso. ¿dònde está el camino? ¿por què se perdiò mi rastro? ¿por què dejè de existir en esa, su alma? ¿què error fue el que cometì? es que no entiendo, de tan equivocada ya ni sé cuál de mis tantas torpezas lo alejan a setecientos mil kilòmetros por hora. probablemente escribir este post sea otra màs de mis torpezas.
quizás pase a su lado algùn dìa (porque Caracas es grande pero suele ser pequeña tambièn) y no me vea. ¿quièn soy? invisible (como la niña de mi novela). al fin y al cabo puedo ser cualquiera, los seres humanos, a fin de cuentas, somos un producto con el mismo adn, lo demàs es accesorio.
recuerdo a yeats, un poema suyo que dice algo asì como que se ama hasta lo que desaparece. es cierto, yo sè querer asì, sè còmo se quiere a un fantasma. sòlo que este fantasma me mirò con unos ojos tan verdaderos que no siento nostalgia, ni necesidad (como otras veces) sino la màs verdadera pasiòn humana. debe ser asì como cuando uno le ve los ojos a la muerte. la muerte es algo en estado puro. bueno, yo le vi los ojos a la verdad, tambièn en estado puro. y eso no se olvida, coño.
yo no entiendo què sucediò. y sin embargo no quiero tocarlo, como el rey Midas, para no convertirlo no en oro sino en ceniza. sin embargo necesito entender, al menos para seguir teniendo esperanzas, para creer que, con èl, sin èl, a pesar de èl, a pesar de mì, el amor existe. el amor, ese, el irreverente, el absoluto, el que no pide ni pregunta. el amor que se rìe contigo y te abraza y te calma y te entiende y no te juzga y no te reprocha y no te culpa de nada.
me sometì a la prueba del desamor para jurarme a pie juntillas y convencerme (convencidísima estoy) que prefiero el amor èse (el distante, el fantasmagórico, al que no puedo tocar porque lo arruino, lo convierto no en oro, sino en desazòn y en insomnio), prefiero ese amor, ese, el que le tengo, aunque no sea para mì y le deseo la felicidad toda. aunque en realidad quiera verlo y tocarlo. usarè guantes. no soy el rey midas. me guardo la avaricia.

(se acabò el tiempo en esta computadora, tendrè que revisar mis post luego)

miércoles, agosto 24, 2005

carritos chocones y aguamalas

aguamalas.-
en la playa había aguamalas chiquitísimas, transparentes, con una línea roja al centro. una línea roja en medio del mar. cómo picaba esa línea. roja, como en advertencia. luego, en un segundo dejó de haber aguamalas, como un acto mágico, como un milagro si creyera en milagros. me alegré, no concibo estar en la playa sin meterme en el mar. mi hija y yo nos metimos allá donde estaban los corales a explorar peces. me gustó uno negro con una raya azul y una blanca. no sé por qué me gustó, no era sino otro pez más en ese mar de peces. bueno, era eso: un pez negro con una raya azul y una blanca. tal vez el único de allí (al menos el único que vi).
también vimos los delfines desde la lancha. esta vez se acercaron muchísimo. mis hijos y yo gritábamos como carajitos (bueno, ellos son carajitos, yo era la que estaba de más gritando como la chiquilla que no soy pero sí soy). los delfines -como las aguamalas- también estuvieron un momento, el que ellos quisieron, el tiempo necesario para juguetear con la embarcación y exhibir ante los humanos su belleza y esos ojos inteligentes. y luego se fueron, se perdieron en el mar azul oscuro, profundo. pero nos hicieron felices. y ellos lo sabían.

carritos chocones
ayer fuimos al parque de diversiones. mi hija es una enloquecida de los aparatos más raros, los más peligrosos, los extremos. como fui yo a su edad. ¿por qué me parezco tanto a ti?, preguntó en algún momento. luego nos montamos en los carritos chocones. ella en uno. yo en otro. siempre me han gustado los carritos chocones, pero no para chocar. para evadir. me encanta ser la que se aleja mientras los demás se destrozan, mientras los otros se enredan, mientras hay un atolladero de carritos y niñitos. me encanta ser libre e ir a toda velocidad en el carrito chocón sin usarlo para lo que fue hecho: para chocar.
creo que a veces es que andamos por la vida como carritos chocones. y sé que hay choques. pero la verdad es que preferiría que no estuviéramos en carritos distintos, sino en el mismo, pero no para chocar a otros, para evadir, para ser libres mientras el resto del mundo estalla sus carros unos contra otros. para enfrentar de a dos los choques. siempre los choques (que indudablemente los habrá) son menos choques si hay dos.
claro, yo andaba feliz evadiendo los carritos chocones, pero para el resto de los carajitos esa adulta que intentaba escaparse era la tentación mayor: "dale a la señora". y tenía como 8 chamos lanzándome sus vehículos a toda velocidad. mi hija me protegía y chocaba ella a los otros y a veces, muerta de risa, me chocaba, pero suavecito, porque es mi niña bella y extrema y cómplice.

martes, agosto 23, 2005

en clave de Serrat

I
en el mar, en una lancha, con mi hija y en medio de la lluvia, reafirmo lo que entendí hace dos semanas desde un abrazo firme, en medio de otra tormenta (mucho más humana). Entiendo que aunque siga sola, me ato a ese sueño, a ese que entendí en la lancha, a ese que entendí mientras veía a los peces (allí, tan felices, sin política, sin televisor), a ese que entendí desde esos ojos profundos y tristes que me miraron de verdad. de verdad-verdad.

II
mi hijo,el genial,logró instalar una computadora que no servía y un cable satelital que tampoco servía. por eso escribo desde aquí (porque ya dije que no puedo parar de escribir, y retomé el escribir un diario a mano como cuando era una adolescente). mi hijo, el genial, que se negó hoy a ir a la playa, pero fue el sábado e irá mañana.
y yo me di cuenta que si fuese computadora en estos días estaría operando a "modo a prueba de fallos", esa opción que uno puede ponerle a la máquina cuando sus programas están medio escoñetaítos.

III. ahora sí: en clave de Serrat
ayer pasé la tarde escuchando a Serrat. había canciones que no oía desde hace años, porque en mi casa las tengo en Lp y ya no tengo tocadiscos donde escucharlo. oí a Serrat en una serie de tres CD piratas y pensé en su alma (la de Serrat), en la mía y en la tuya, hechas con materia prima similar (algo de mar, por supuesto, entre los ingredientes). y me di cuenta que no he olvidado las canciones de Serrat, aunque haya algunas que no haya oído en diez años.
Sí, escuché CANTARES, la que se saben mis hijos de memoria y cantamos en un trío medio desafinado pero simpaticón. Escuché LA NANA DE LA CEBOLLA, la canción de cuna que les canté, a los pobres, cuando no hablaban ni tenían forma de protestar, aunque para ellos ahora no es una canción triste, sino una canción de su mamá.
Escuché FIESTA la canción favorita de mi hija. Y PUEBLO BLANCO,una de las canciones que más me gustan.
Escuché PRINCESA que se me parece a mi mamá y esa forma de mirarme y enorgullecerse de su niña. DE CARTON PIEDRA: tremendo y valiente y desafiante amor. LA PALOMA: que se equivocaba. PARA LA LIBERTAD: porque creo en la libertad. Y "Tu nombre me sabe a hierba" y "Barquito de Papel" y "Mi niñez" (me hace llorar) y Mediterráneo y"La Saeta" y "Lucía", todas, todas.
Y escuché esas canciones que tanto se parecen al aquí, al ahora, a estas últimas semanas:
LA MUJER QUE YO QUIERO...porque sentí que era esa mujer y después que sientes esa vaina no sabes qué hacer con ese sentimiento ¿en qué bolsillo lo guardas si no cabe?
SECRETA MUJER...coño, porque parece que Serrat se leyó esa historia: "desnúdame, desdúdame"...
PENELOPE, porque aunque soy impaciente, sé esperar si es necesario, sobre todo cuando uno sabe a quien espera.
(supongo que este post podía haber sido más elaborado, pero resulta que el hijo instalador de esta computadora está exigiendo su puesto. Y la niña quiere ir a un parque de diversiones y toda Venezuela sabe que esa carajita me domina)

lunes, agosto 22, 2005

¿más errores?

tengo exactamente 11 minutos para escribir este post. o menos, hay que cuadrar el tiempo para enviarlo. pongamos 7 u 8 minutos. estoy en un cybercafé del oriente del paìs. en la computadora de al lado mi hija juega un juego de nick. yo estoy aquí metiendo la pata. es decir, necesito una última oportunidad para saber qué quiero y, bueno, decidí dármela, con todo el riesgo que ello conlleva. el corazón tampoco es que tiene salvavidas para que lo andes hundiendo, ahogando, sometiendo a altas mareas. hace unos días le dije a alguien que deberían poner de venta en el mercado condones para el corazón, condones para el alma, una forma de protección para esas enfermedades vinculadas con la sexualidad, con la vida (el amor, esas vainas). coño, y yo es que no sé poner condones, no sé ponerme esos condones.
ahora, desprotegida y sumamente triste, me someto a mis propios monstruos, quizás para redimirme, para salir finalmente ilesa de este año 2005. sé que necesitaba enchufar mi corazón a este último cortocircuito, a este último atolladero, a esta última prueba que fue el día de ayer. no sé si la pase o la raspe (pero yo, con respecto a mì misma sobre todo). sólo sé que soy otra. otra mujer, desde hace meses y sobre todo desde hace días. cada vez soy màs otra y cada vez soy màs yo.


jueves, agosto 18, 2005

vacaciones y despedida temporal para darle chance al pensamiento (a propósito de Gonzalo Rojas)

Mañana me voy de vacaciones. Salgo de la ciudad, huyendo de ella y huyendo, con ella, de todos los aconteceres maravillosos y confusos. Como Carmelo que salió de Madrid a recorrer toda España y Portugal, yo desde mi tercer mundo, salgo hacia el oriente primero y probablemente luego al sur. QUiero que estas sean unas vacaciones desprovistas de Caracas. Con mar, sí, pero también con otra cosa: con gente sencilla, vital, sonriente, que salga a pescar en la madrugada, nada de hoteles todo incluido y el tuquitituqui. No sé si escribiré, quizás también descanse de eso o quizás vuelva a escribir esta misma noche. En el último año es como una enfermedad escribir. COmo una necesidad implacable. Como un mal de esos con los que tienes que cargar a cuestas toda tu vida. COmo un vicio.
También, por supuesto que me hará falta el contacto. Porque aquí, en pocos meses, de verdad se hizo un club, una familia, un país.
Como soy narradora y no poeta y como en esta despedida eventual necesito armarme de poesía, porque hay cosas que sólo puedo decir con poesía, pues le robo a uno de mis poetas favoritos -quizás el más querido de todos- un poema que envuelve eso que despido por unos días, esa historia, esa duda -pero tan certera-, ese apasionamiento -tan vivo-, ese retrato de la mujer que soy y también de ése, el hombre que no soy.

RETRATO DE MUJER
Gonzalo Rojas

Siempre estará la noche, mujer, para mirarte cara a cara,
sola en tu espejo, libre de marido, desnuda
en la exacta y terrible realidad del gran vértigo
que te destruye. Siempre vas a tener tu noche y tu cuchillo,
y el frívolo teléfono para escuchar mi adiós de un solo tajo.

Te juré no escribirte. Por eso estoy llamándote en el aire
para decirte nada, como dice el vacío: nada, nada,
sino lo mismo y siempre lo mismo de lo mismo
que nunca me oyes, eso que no me entiendes nunca,
aunque las venas te arden de eso que estoy diciendo.

Ponte el vestido rojo que le viene bien a tu boca y a tu sangre,
y quémame en el último cigarrillo del miedo
al gran amor, y vete descalza por el aire que viniste
con la herida visible de tu belleza. Lástima
de la que llora y llora en la tormenta.

No te me mueras. Voy a pintarte tu rostro en un relámpago
tal como eres: dos ojos para ver lo visible y lo invisible,
una nariz arcángel y una boca animal, y una sonrisa
que me perdona, y algo sagrado y sin edad que vuela de tu frente,
mujer,y me estremece, porque tu rostro es rostro del Espíritu.

Vienes y vas, y adoras al mar que te arrebata con su espuma
y te quedas inmóvil, oyendo que te llamo en el abismo
de la noche, y me besas lo mismo que una ola.
Enigma fuiste. Enigma serás. No volarás
conmigo. Aquí, mujer, te dejo tu figura.


Nos vemos pronto. Que estén bien.
Pointdx y Cari, cuiden a Nicotine que es un ángel extraviado (de esos que se colean a menudo a las parrandas del infierno). Pero ustedes saben que los ángeles pueden ser muy grandotes, muy irónicos, muy analíticos, muy fumadores de belmont, pero son más frágiles y dulces y buenos que el carajo. Y reunan de nuevo al club, llamen a Romrod, convenzan a Rodolfo, y aunque chicas como Ebe están lejos al menos invítenlas a las tertulias. Pronto vendré de nuevo a la presidencia de este país. Dejo encargado al vicepresidente Carmelo, que por demás es nuestro mejor relacionista público y el que pondrá orden -que no es lo mismo que dictadura- en esta vaina, que estamos demasiado dispersos.
Un beso, si me animo escribo esta noche, si no, pues ya saben: sigan equivocándose, pero siempre con mucho apasionamiento, eso sí, y con mucho sentido de la verdad.

martes, agosto 16, 2005

obscenidades y dragones (a propósito de Savater)

I. Obscenidades
"El placer nos humilla porque nos gusta obligatoriamente, porque su delicia no requiere nuestro permiso y va siempre más allá de él. Su carácter forzoso nos alarma porque se asemeja a la muerte, lo irremediable por excelencia".
"No cabe juego posible, no se puede coquetear impunemente con lo subyugante: antes o después, todos resbalan hasta el fondo de la pendiente que los anula".
Fernando Savater . Sin contemplaciones. Ariel Ensayo.

Son citas de Savater en su ensayo "La obscenidad de cada día". Asegura que el derecho individual, ese derecho que también es a lo obsceno, no debemos dejarlo vulnerar por la decencia y otras ataduras sociales que están allí para coartarnos.
Creo en el derecho individual: a la obscenidad, a la ridiculez, al despecho, a la tristeza, a la locura, a la rabia, a la equivocación, al dolor, inclusive a cierta cursilería. Todos esos estados nos hacen más humanos. Quizás podamos pasarlos por el matiz del mal gusto y, como también dice nuevamente Savater, medirlos desde la estética y no desde la ética. Quizás, así, seremos más justos con ellos. Menos morales. Más mortales.
Allí están y son derechos.
Todos somos obscenos
Y también (copiándome el título de Chalbaud) todos somos sagrados.
Y creo que somos sagrados en la medida que somos obscenos. Como una balanza. Un digestivo.

II. Dragones
Dejo otra frase de Savater, ésta es del ensayo (maravilloso ensayo todo él) "Lo que enseñan los cuentos" . La frase es, a su vez, una cita que él hace de Rainer María Rilke:
"¿Cómo habríamos de olvidar esos antiguos mitos que están en el comienzo de todos los pueblos, los mitos de los dragones que, en el momento supremo, se transforman en princesas? Quizás todos los dragones de nuestra vida son princesas que esperan sólo eso, vernos una vez, hermosos y valientes. Quizás todo lo espantoso, en su más profunda base, es lo inerme, lo que quiere auxilio de nosotros".
Somos, entonces, princesas que se esconden bajo la fortaleza y la bravuconería del dragón. En el fondo estamos esperando que nos rescaten de nuestro propio castillo, ese, nuestro cuerpo equivocado de dragones.
Yo creo que estoy esperando ese sublime acto de salvación que quizás no llegará. Quizás debo matar al dragón desde adentro. Aunque no puedo. Me gustan mucho más los dragones que las princesas. Seguiré con mi piel verde de escamas, con mis cortas alas, con mi fuego. Seguiré asustando mejor. Anularé a la princesa. Princesa pendeja.
Aunque no sé si puedo. Somos dragones. SOmos princesas. SOmos uno y somos el otro también. Sagrado. Obsceno.

III. Lejanía
Aquí no hay frase de Savater, pero ahora, escribiendo, no puedo dejar de pensar en eso: en lo que me duele la lejanía. En que todavía no entiendo por qué hay tamaña lejanía. Desproporcionada. Procaz. Hasta obscena. Dos dragones echándose fuego. Y las princesas, adentro, cagadas.
Quizás fue que me inventé la cercanía. Pero no. La cercanía se palpa. Se vive. Te tambalea. Pero además cuando uno sabe que tiene una cercanía cerca (así, como el que se encuentra un cronopio) pues la mima, la consiente, la tiene como una joya delicada, porque sabe que las cercanías no son tan fáciles de hallar. Mucho más difícil es que dos cercanías se acerquen. El mundo, ahí, da vueltas.
Pero ésta es una cercanía que me volvió lejanía. Soy una lejanía como galáctica. Como que me montó en un cohete rumbo a Marte, me dejó allí abandonada y hasta más nunca. Veo el planeta Tierra allá a lo lejos y sé que tengo que adaptarme a esta superficie roja, árida, lejana.
Necesito manual de instrucciones: requiero armar mi propia nave. O vuelvo a la Tierra o me largo a Plutón o doy vueltas en los anillos de Saturno. O me sumerjo en un agujero negro hacia ese otro universo paralelo que lo habita en su densa y atrayente masa.

IV. Frase suelta.
Esta es la última cita de Savater. Sólo que la estoy poniendo aquí simplemente porque me gustó y porque es igualita a mí. No la comentaré. Y me voy a dormir. O a ver tele. Tengo creo que 8 meses sin ver televisión.
"Las mujeres más sensibles que he tenido la ocasión de conocer (lo que no quiere decir las más "dulces" ni las más "hembras") se han formado en la literatura de aventuras y en buena medida guardan su aprecio adulto por ella".
Amo la literatura de aventuras. Y la vida de aventuras también.



las relaciones abiertas (a propósito de Kinsey)

Ayer vi la película: Kinsey, sobre la vida del biólogo norteamericano que hizo una taxonomía de la sexualidad del macho y la hembra humanos. Me gustó de Kinsey esa relación estrecha entre vida y profesión del científico, imposible sostener incoherencias. Su relación de pareja, con sus cuestionamientos, con sus apasionamientos, son sus retos, con su voladura de coco, pero más allá la complicidad, la entrega, la verdad. Ella, la esposa, en algun momento lo dice: me niego a ser convencional. Pero es que se niega de verdad, nada de poses. Es una decisión de vida. Porque el amor no es posesión, es esa mirada en la multitud, es ese: "yo sé que tú estás". Ella cree en ésa, su relación, aunque probablemente para el resto del mundo sea una locura (tenía una pareja al lado en el cine para quien la verdad de esa relación abierta parecía un chiste). Claro, también están los riesgos de una mirada así del mundo, como le dice en alguna parte uno de los colaboradores a Kinsey, luego de que su mujer se acostó con otro de los colegas, en esa permisividad que tenían de todos contra todos los de su equipo de trabajo, pero ella, en el intercambio de fluidos, se enredó, se enamoró, qué diablos, es difícil marcar límites: "Es que el sexo no es algo, el sexo es todo", es la frase. Y es así: es de algún modo un estado del alma el sexo, no es sólo el placer, que también lo es, el relajo, la pornografía, que también lo son, y mucho; hay un dar, hay un recibir. Y a veces esa vaina se sale de control. Por eso el riesgo de la autenticidad de las relaciones abiertas. Son seguramente las más verdaderas, pero se mueven en un terreno poco protegido. Como si caminaran por la cuerda floja: el goce en pleno, pero también -por más diestro que se sea, por más equilibrio- está la posibilidad de caída tan a la mano. Sin embargo, en medio de todo, creo que apuesto por ellas, porque liberan de culpas. Claro, se necesitan dos y más que eso: se necesita de los dos el sentido de la verdad. Y del amor, por supuesto. No hay relación abierta que se sostenga si la cuerda por la que anda no está construida del más firme amor.
Me gustó Kinsey. Al menos el que se muestra en la película de Bill Condon, porque además el actor (LIam Neeson) es precioso. Su humanidad. Su capacidad (tan científica, en realidad) de no juzgar, de no condenar, de entender que todo es posible, que todo es normal. Su labor no más de contar, de clasificar-con la misma minuciosidad con la que estudiaba antes los insectos- la sexualidad humana reveló cuánto pueden transformarnos, cuanto peso tienen en nuestra vida, todas las historias de sexo que cargamos a cuestas: las buenas, las malas, las dolorosas, las mágicas, las inservibles, las inolvidables. Y también, que todos, todos, tenemos una historia sexual: el tipo que tiró con más de 9 mil personas en su vida y que parece un fantoche, una caricatura en su afán de romper quizás el Record Guiness, el hombre que sólo una vez tuvo un orgasmo y fue mientras tocaba una melodía en un piano.
Alguna gente se reía en el cine. Probablemente dirían: qué va, trozo de loco, dejando que a la mujer se la tire el amigo, cogiéndose él al amigo. "Yo nunca haría eso", sé que decían los del asiento de al lado. "Maricón", calificaban.
Y uno sabe que no es tan simple. Kinsey simplemente fue coherente entre su vida y obra. Y vivió y dejó vivir. Y buscó su camino a la felicidad. Sin atropellos. SObre todo, sin atropellarse uno mismo.
Se trata de eso: de encontrar el camino a la felicidad, aunque rete al mundo.
QUizás es más fácil para el ser humano autodestruirse y destruir a futuro con la propia autodestrucción a otros, a padres, a hijos, como en un ciclo de infelicidad que lleva a otro y a otro ciclo. COmo el papá de Kinsey que condenaba la masturbación porque él había sido víctima, le habían amarrado las manos en la infancia para que dejara de complacerse. Y se quedó en ése, su odio. No trascendió, no supo verlo y botarlo a la basura. Se quedó, simplemente. Y pasaron los años y ya era un viejo jodido.
Pero a veces encontrar el camino a la felicidad (bueno, ya sé, una utopía, la felicidad, no sé, llámenla como quieran: la calma, la casa frente al mar, qué se yo...) obliga a mirarse la propia mierda. Y a limpiársela.

domingo, agosto 14, 2005

I.estafas. II. murciélagos y cardones. III.Alice.

I. ESTAFAS
sí. hay muchos tipo de estafas.
estafas de esas de los estafadores que todos conocemos, los que te engañan, te trampean, te sacan "rial" y a los que generalmente no meten a la cárcel.
también están esas otras estafas: las del alma. Tampoco hay prisión.
y hay estafadores que insisten: no hay estafa. pruébamelo.
es difícil probar una estafa, y eso lo saben los estafadores. es fácil salirse del paquete, el estafador puede decir: esta persona me dio "rial" (o me dio alma) porque quiso, que yo no le puse ninguna pistola, que conste, que yo no obligué, que no actué por la fuerza. y es verdad. tiene toda la razón el estafador, hasta podíamos llegar a creer -bajo ese argumento- que la estafa no fue una estafa, sino un acto de generosidad extremo de parte del estafado, una donación, una contribución por el bien de la humanidad, o sea, del estafador.
o a lo mejor es el estafado el culpable en el fondo. se dejó estafar. bien pendejo.


II. murciélagos y cardones
estuve con quizás cien mil murciélagos en una cueva el sábado en la noche, en Paraguaná.
los murciélagos no tropiezan con nadie. tienen su propio radar. pueden estar miles a tu alrededor y tú pasando de lo más tranquilo entre ellos. ninguno te tocará. sentirás sus aleteos. pero ni te rozarán con la punta de sus alas. son delicados. son, en el fondo, mamíferos que quisieron imitar a las mariposas.
andan como en puntillas, sin tratar de cambiar el mundo. siguen el ritmo de sus ancestros. son chiquitos y parecen tan desgraciados. pero no, son todopoderosos. porque son los verdaderos creadores de su hábitat.
todos los miran feo, los pobres no son nada bellos, pero no le hacen daño a nadie. comen, cagan.
van a las cuevas a tener las crías. han germinado su bosque cerca, para garantizar su alimento. son buenos, son ecologistas, crean. los sentí en su humildad y en su sabiduría de animales que hacen tanto por la naturaleza pero que no andan presumiendo de ello, pasan desapercibidos y son marcados como enemigos. y resulta que los bichos son de lo más útiles. y nobles. hay, por ejemplo, un murciélago que adaptó su fisonomía para polinizar a la flor del cardón, y la flor también adaptó su fisonomía al murciélago. dos seres tan distintos y tan importantes el uno para el otro. nadie diría que existe una conjunción tal entre el animal y la planta. y sin embargo allí están, retroalimentándose, siendo uno parte de otro, necesitándose. imprescindibles. (pero además, como en secreto, como si en esa complicidad tan pura nos echaran en cara -pero calladitos, sin orgullo- que los seres humanos sí que somos destructores y complejos).
pienso, sí, en el murciélago y el cardón y en el valor de las cuevas donde nacen y cobijan a las crías.
y pienso en paraguaná. seca y caliente. siento su viento.
y después yo en la playa el domingo y unos maracuchos -barrigones y bebidos- diciéndome que me iban a coger por el simple hecho de estar sola en una playa.
mientras, los murciélagos, haciendo planeta Tierra.

III. Alice
Como Alice, creo que voy a irme a una misión humanitaria. Pero insisto, por allá por Africa. A ver si clausuro tanta egolatría de mi parte este último año. A ver si soy, un poco, murciélago y hago algo por el hábitat, por Dios, que parezco un garimpeiro violando un parque nacional. Quiero mi cueva con mis hijos. están de viaje. estoy sola. debe ser por eso que estoy tan triste. quiero mi sencilla cueva. la de siempre. sin tantos extravíos.
ah, y debo borrar el primero de los post que escribí en este país virtual. ya basta de protagonismos). insisto. estoy en una cueva con cientos de animales como yo. todos, en la noche, somos iguales. fuertes y vulnerables. eso es la vida. nos equivocan y nos equivocamos y nadie tiene la culpa de esa vaina.

viernes, agosto 12, 2005

los ojos tristes

tengo 10 minutos para escribir este post desde una cabina de internet para masturbadores de una fea ciudad del interior del país

cualquiera no se da cuenta. no se deja mirar de frente. generalmente mete la cabeza dos metros bajo tierra, como el avestruz. pero si le miras los ojos te darás cuenta que sí, que son ojos nublados, gastados de un viaje que no se termina de recorrer. es como si andara toda la vida en la carretera y aún no hubiera llegado a ese pueblo, a esa cama, a ese puerto. anda con esos ojos que son como esas palabras que mejor no se dicen, porque si se dicen pueden cambiar el rumbo de la historia, como en aquel cuento de Ray Bradbury, el del viaje en el tiempo, el del tipo que se sale del sendero en la prehistoria y pisa, creo, una planta. Cuando vuelve al futuro, a su ciudad, a su realidad, se dará cuenta que ese movimiento de su pie transformó la verdad del mundo, cambió su calle, cambió su país, cambió hasta la política.
esos ojos, esa mirada de día domingo, transforman.

miércoles, agosto 10, 2005

mi primera "no" vez

para mi ahijada que hoy cumple años y creo que no conoce esta historia

Todos hablan de su primera vez. Yo no hablaré de esa primera vez, menos aún con mi nombre y apellido por delante. Hablaré de mi primera "no" vez. Aunque tampoco debería hablar de ella con mi nombre y apellido por delante. Pero sigo en esta especie de exorcismo y exhibición a los cuatro vientos.
Yo tenía 17 años y hacía teatro. El era un tipo que un día vino a darnos clase. Creo que tenía como 25 o 26 años. No era bello, pero sí era inteligente. Siempre están los hombres inteligentes por ahí por la vida, los grandes afortunados del amor.
Yo tenía bellas piernas y supongo que las notó. Y también se fijó que quería tomarme la vida en un solo trago aunque no sabía beber. Me invitó a salir. Salimos, en medio de mi timidez. Era un tipo "mayor", según mis 17 años, mi inexperiencia, mi inseguridad. Hablábamos de lo que me gustaba hablar: de la vida, de la literatura como vida también. Me hechizaba. Y lo sabía y se regodeaba. Seguro que lo amaba en mi admiración de muchacha que empezaba a soñar con malos pasos. Un día me mareé con media cerveza. Seguro se reía de esa, mi ingenuidad, de ese mi tratar de definir esa, mi aprensión a Dios, tema probablemente superado por él hacía un par de siglos. Yo quería ser inteligente para él. Y lo era. También quería ser volada.
Me invitó a su casa al día siguiente del primer beso. Y fui. No lo pensé. Me decidí. Caminaba por la avenida Victoria temblando. A sabiendas de que me esperaba un hombre y que yo ni siquiera, pues, ni siquiera.
No recuerdo cómo llegué a su casa. Me abrió. Estaba él solo. Nos besamos. Enrojecí. En su cuarto había un colchón. Yo tenía miedo y a la vez estaba tan decidida a enfrentar a los dragones. Siempre he sido atrevida, no pienso en el futuro ni le temo al daño, creo en el amor. En un momento él me miró a los ojos y me dijo que no, que no lo haríamos. Yo no entendía. Me fui a casa sintiéndome la muchacha más horrible y más desquerida del planeta Tierra y sus alrededores.
Nunca más salimos. Quizás alguna vez nos vimos de lejos, nos saludamos. SIn tocar el tema. Nunca entendí. Pensé esas banalidades a las que a veces reducimos las historias: no era suficiente para él.
Hace dos años me llamó. 20 años después de aquella "no" vez. Fuimos a una tasca. Tomó y tomó. Se atrevió. "Eras demasiado", me dijo. "Demasiado bella, la mujer más sensible del planeta", continuó. "Y estabas buena", remató, porque algunos hombres -precisamente los que me gustan- dicen esas cosas.
Nunca esperé tal confesión. Me preguntó si podíamos, digamos, algo así como compensar aquella "no" vez. Pero no. Ya era tarde, dos décadas después y sopotocientos mil monstruos a cuestas. Pero le agradecí y le agradezco. Me redimensionó aquel episodio de mi vida. Porque mi primera "no" vez de algún modo siempre la sentí como una derrota. El le dio brillo a esa imagen borrosa. Y descubrió que bajo la mesa había un diamante.


Uno nunca quiere ser demasiado para alguien. Si eres demasiado es que no eres. Es que el vaso se desborda. Es que no encajas. Ser demasiado para alguien es como ser muy poco. Es, simplemente, no ser. Uno es o no es -sin aumentativos ni diminutivos- para el otro. Simplemente eso: Es.

"me chupo el dedo"

La niña se sentó a mi lado. El metro estaba abarrotado a esa hora -a todas horas, en realidad-. Ella se sentó a mi lado y no conforme con eso, me arrimó con su culito para que en el mismo asiento también se sentara su mamá. Yo le sonreí. No faltaba más. Me gustan esos gestos: una niña que protege a su mami.
Creo que le gustó que le sonriera. Me miró y la miré. Y fue cuando abrió su boca y me enseñó con su dedo:
-Mira, se me va a caer un diente.
Su mamá la miró con odio.
Yo le dije lo que tenía que decir: algo así como "qué bueno, ya vendrá el ratón a buscarlo".
Su mamá me miró con odio.
Vale aclarar, para los que crean que no más fue un gesto convencional de mi parte, que la verdad es que creo firmemente en el Ratón Pérez de Chacao. Se ha portado buenísimo en mi casa, siempre trae dinero y cartas. Por eso le sabemos la vida. El primer diente de mi hijo mayor le sirvió para pedirle la mano a su novia ratona, luego entre caninos y colmillos de mis dos niños, vino el diente anillo de boda, el diente nacimiento de la primera hija, el diente bautizo de los morochos, el diente graduación de la hija, el diente boda de la hija, el diente primer nieto. La vida de los ratones es rápida y avasallante quizás por eso valoran cada ratico y lo festejan con un diente. Y es que los dientes de los niños son joyas.
La niña me miró con tristeza.
-Yo me chupo el dedo- dijo.
La mamá hizo un gruñido.
Y le confesé mi gran verdad: "Y yo me como los lápices desde chiquita".
La mamá repitió el gruñido.
-Lo que pasa es que mis dientes son feos porque yo me chupo el dedo- la niña abrió la bocota para constatar lo dicho, y añadió firme -. No me sacaré el diente, mi mamá me lo quiere sacar con un hilo y dolerá.
Su mamá estaba a punto de darle un pellizco, sin duda.
-No vale, si tienes los dientes bellos y saldrán más bellos después de que se los lleve el ratón- dije.
Su mamá estaba a punto de darme un pellizco, sin duda. Probablemente lleva mil años diciéndole que no se chupe el dedo que se le pondrá fea la boca.
La niña me miró. Y sonrió. Y sonreí. Había entendido. Luego miró a la madre, que no sé por qué no hablaba, como si tuviera una mordaza de rabia.
-Mamá, cuando llegue a casa me sacas el diente con el hilo- sentenció con firmeza.
La mamá le acarició el pelo. Era una buena mujer, seguro.
Creo que la mamá se tranquilizó cuando me bajé en la estación Capitolio. Y creo que en ese mismo instante me olvidé de la niña y su diente, iba tarde al trabajo y hay muchos buhoneros y ruido y carros y cuentas por pagar. Pero posiblemente ella llegó a su casa y se dejó arrancar el diente sin llorar, o llorando pero aguantando el dolor, se ve que era una niña valiente, sin duda lo es una niña que te arrima con su culito y sin protocolos ni "permiso señora" para que se siente su mami.
Quizás la vida es eso. Un viaje en metro. Corto. Una, dos, cinco, siete estaciones. Un desconocido que se sienta a tu lado y de pronto un gesto minúsculo te transforma. Y después el olvido. Hasta siempre. Pero está el gesto que te transformó. Su regalo.