viernes, diciembre 30, 2005

feliz 2006

Feliz año 2006...lleno de lo que más quieran. Eso sí, tienen que decidir y echarle pichón. Los que quieran dinero tendrán que fajarse duro en el trabajo o ganarse la lotería; los que quieran salud, a ejercitarse y comer menos grasa y dejar de fumar (esto último tiene nombre y apellido); los que quieran hijos, deben primero disfrutar haciéndolos; los que quieran un mejor trabajo, pues tendrán que meter currículum en todas partes; los que quieran amigos, pueden escribir un blog (es un buen medio, puedo asegurarlo); los que aspiren publicaciones y premios, a escribir y concursar; los que quieran amor, pues lo primero que tienen es que estar dispuestos a amar.
Quiero abrazar especialmente a todo el club, porque los quiero. Pero necesito decirles palabras especiales a dos personas que fueron claves en mi primer blog, en mi blog del dolor, ese dolor que me atravesó en buena parte de 2005. Carmelo, que a punta de emails y gracias a su gran energía, humor y vitalidad, hizo enormes esfuerzos para sacarme de mi tristeza y sí Carmelo, me ayudaste y mucho, me hiciste sentirme en la vida. Y Nicotine, tan cercano en las palabras y en la realidad, supiste quererme y también supiste hacerte querer, mi bello amigo.
¿Ahora qué quiero?
No me quitaré los zarcillos que me regaló una de mis mejores amigas hasta que ella mejore. La quiero, es una de las más hermosas personas que conozco y no permito a la vida que le juegue feo. No me quitaré los zarcillos. Es mi acto de fe.
Quiero salud y felicidad para los míos, mi familia, mis amigos, y también para mis amigos blogueros.
Para mí quiero amor, amor que es lo único que le puedo pedir a la magia, porque lo demás que quiero lo puedo hacer yo solita (escribir, escribir, escribir). Y cuando hablo de amor, hablo de amar y ser amada por el hombre que ame. Así, tan sencillo, sin más historias ni enredos. Simple. Cuesta poco a la magia hacer ese milagro menor.
No publiqué aquí la tarjeta de navidad de mis hijos, tradicional cada diciembre desde que nacieron, porque mi hijo mayor me lo impidió. Amenazó con irse de casa si su hermana o yo poníamos su foto en nuestros blogs. "No me vas a rayar públicamente", dice y con eso deja constancia de lo que piensa de este medio de comunicación que tiene su madre.
Sin embargo describo la tarjeta de este año. Están ellos dos, bellísimos como son, con sus manos puestas una sobre otra. El texto dice "Cuatro manos hacen una montaña...imaginen ocho, dieciseis, treinta y dos, sesenta y cuatro...Que en el año 2006 se unan muchas más manos".
Y eso haremos a través de este blog, que se unan más manos.

miércoles, diciembre 28, 2005

los inocentes

¿Ese era el tren? Preguntan y ni ven el boleto. Se montan en el vagón equivocado, rumbo a ninguna parte. Le creen al primer bromista que les asegura que ese asiento, de madera y estortillado, es el que tienen asignado, cuando ellos compraron primera clase. La madera en su dureza, asegura el bromista, es buena para la espalda. Los inocentes se sientan, orgullosos de su decisión de haber adquirido el billete más caro. Aunque llegan adoloridos y con el culo plano a ese paisaje que no los esperaba.
Los inocentes ni ven en qué ferrocarril se suben, creen quizás que todos los trenes del mundo llevan el mismo rumbo. Son locomotoras, piensan, tienen el deber de llevarnos. No dudan. No dudan nunca. Los inocentes, sin cuestionamientos, son inocentes.
Les caen a coba, se caen ellos mismos a coba, facilito. Son hasta capaces de asegurar que en realidad sí querían ir en ese tren a ese país que no querían ni ver. Recalcan que quizás en el fondo de su corazón, aunque no lo sabían hasta ese momento, sí deseaban ir donde ese falso ferrocarril los lleva sin maletas, sin hotel, sin deseos.
Y en cuanto a tropezar con la misma piedra, los inocentes nunca se enterarán. ¿Cómo diferenciar a una piedra de otra piedra? Los inocentes se lo creen al pie de la letra: No, si no es la misma piedra, puedes seguir golpeándote. Anda, qué es otro moretón más para un cuerpo lleno de roturas. En realidad tienen mucha suerte los inocentes: por desconocer que se han tropezado dos veces con la misma piedra, pues nunca se tropiezan dos veces con ella. ¿Perdón, nos conocemos, piedra?

Felicidades en su día. Inocentes.
Yo, a veces lo soy. A veces es mejor serlo -cuando uno se encuentra piedras en el camino, por ejemplo-. Pero no lo soy completa: soy una inocente que se sabe inocente. Y los verdaderos inocentes nunca saben que lo son (o lo saben demasiado tarde). No, no soy inocente.

Crónica veloz de un encuentro de equivocados

Cuando llegué (tarde, no es mi estilo) estaba Rodolfo en la calle esperándome con una sonrisa de oreja a oreja. Hay que decirlo: Rodolfo es todo sonrisas. Es una sonrisa sincera deambulando por la calle, por los bares, por los eventos culturosos de una Caracas donde al final todo el mundo se conoce aunque no se haya visto nunca. También estaba Alana, con un café en la mano. Alana vive en Chile y lo primero que dijo es que añora el café venezolano y no busca excusas para tomar uno. A Alana la conozco desde que ella tenía cuatro o cinco años. Era una niña de grandes ojos verdosos y largas pestañas. Ahora es una mujer tan bella que yo estoy segura que todos los hombres que la conocen se quedan prendados de ella. Estuvo callada, reconoció ser una voyeur de blogs aunque también tiene su propia bitácora donde demuestra que no sólo es una de las mujeres más bonitas que conozco, sino también una de las más talentosas.
Luis Carlos apareció virtualmente. Rodolfo lo llamó a su celular, y desde la playa, brindó con agua de mar por nosotros. Luis Carlos supo que no se debe faltar a una cita de equivocados. Luis Carlos es 100% miembro del club.
Después llegó Fedosy. Lo reconocí de inmediato: había indicado barba, bigote y lentes, y llegó tal cual, con todos ellos puestos. Me dio un regalo, otro al hada. Sin conocernos, atinó. El collar de madera lo llevo hoy puesto. El hada se parece a su libreta de hadas. Yo le compré una camisa a su bebé, mucho más grande que su talla (yo creo que casi le cabe al papá), pero no sé por qué pensé que su Joaco (me encanta el nombre) era mayor y, además, no me dirás Fedosy que la franela no es una nota. Fedosy es amable, gentil y me sorprende, y se lo dije, lo mucho y lo bien que está escribiendo. Habló de su toma de decisión: cambiar la falsa bohemia de escritor por una verdadera vida de escritor: sudor y echarle bolas, pues.
Al final llegó Nicotine, con su look invernal, incluido gorrito. Protagonizó la velada con su ironía, su inteligencia y esa capacidad tan especial que tiene de jugar con las palabras. Se burló de la falta de cervezas y el comeflorismo de los asistentes, maga incluida.
Extrañamos a Pointdx y a Caribbean, miembros fundadores de la logia. La segunda se excusó y habló largo rato conmigo con su habla pegado cuando ya yo estaba en casa. Con Lunita no sabíamos cómo comunicarnos. Romrod tampoco respondió el correo. Sí me escribió Color Dorado, de guardia larga en un injusto medio de comunicación que no reconoce la importancia de un encuentro de equivocados y debería dejar a sus trabajadores libres para el recreo. Los que la hemos leido coincidimos en que esa niña escribe como los dioses.
Y hablando de dioses, yo hablé de Dios. Revelé uno de sus 6.400 nombres. Fedosy estuvo de acuerdo: el tipo es un DIos.
También hablamos de Carmelo, el rey bloguero, y de Silmariat, el hado. Y de Ebe, Martha Beatriz, Gandica... tantos blogueros que en 2006 de alguna forma nos acercamos y comenzamos a hacer una especie de ramo de historias que coincidían y se alejaban. Conté anécdotas terribles y amables de "El tiempo de estar vivos", mi primer y desgarrado blog que de algún modo fue el artífice de toda esta comunidad de amigos.
Como a las 9:00 pm el hada tenía sueño. Estaba aburrida. Para ella, somos aburridos los equivocados. De hecho, se negó a hacer reporte oficial del evento en su blog. Se le excusa, si no logramos divertirla pues no tenemos derecho a su poesía. Fedosy y Alana se fueron, ajenos a la caña, y el frente cañero del club se fue a la tasquita. Yo los acompañé con una cervecita no más y me fui, más dispuesta -como siempre- a unirme al frente zanahoria de por vida. Se quedaron, imagino, entre cuentos de política y mamitas, temas ambos que esta ala subversiva (y tan querida) del club conoce a la perfección.

martes, diciembre 27, 2005

OBLIGATORIO

Es obligación de todo miembro del club de los equivocados escribir sobre los encuentros reales, eso sí, y lo sabemos, sin nombres reales los que no queremos mostrar nuestros nombres reales (aunque todo el mundo los sepa). Así que Fedosy, Alana, Rodolfo, Nicotine, el hada y yo tenemos como pauta periodística escribir la reseña del evento lo más pronto posible en nuestros blogs.
Yo paso por hoy. Yo hoy me voy a dormir.
Abrazos todos, eso por adelantado.

atea (mejor)

La Maga le escribió a Dios y Dios, sí, señoras y señores, también le escribió a la Maga. Fue una carta tan amistosa, tan dulce, tan sencilla, pero tan formal y diplomática a la vez que la Maga -gustosa de los arrebatos- inmediatamente dejó de creer en Dios. Si es que ella nunca ha creído en dioses aunque escriban como los dioses, ¿se va a poner con eso a estas alturas de su vida? Los dioses por un lado y la Maga con los chicheros, los perrocalenteros, los asaltabancos, los infelices, los monstruos, las putas, los barrenderos. En realidad la Maga está mejor entre gente de carne y hueso que entre monumentos. La Maga no se sabe ninguna oración de memoria, prefiere cantar a Sabina desafinando o, junto a sus hijos, alguna canción de ésas de chamitos del compositor mexicano de la muñeca fea. Dios está ocupado. La Maga no reza, no se arrodilla. La Maga prefiere mirar a los ojos, sentirse segura. Los dioses no se equivocan, no podrán caminar por las nubes al lado de la Maga, experta en tropiezos y caídas a 200 metros.

(aunque probablemente la Maga también le escribió a Dios una carta amistosa...y muy formal)

NOS VEMOS A LAS 6

lunes, diciembre 26, 2005

Dios (insisto)

Si Dios no le manda un email a la maga, pues la maga sí le manda un email a Dios. ¡Tampoco voy a tirar la toalla tan rápido!

domingo, diciembre 25, 2005

Dios (sí que se lo tomaron en serio)

Feliz navidad, es lo primero que hay que decir. Y aclaro que me gusta la navidad sólo por la cara de mis hijos al abrir los paquetes de regalo, por la cara de mí misma también al abrir los paquetes de regalo. Confieso que no me gustan las gaitas (aunque pertenecí a un grupo de gaitas en la adolescencia, vergonzosa confesión), que tampoco me gusta la exacerbación comercial y ese aire de que todo el mundo se quiere mucho en estas fechas y donde se impone cierto obligatorio protocolo que me aburre, cierta imposición, aunque yo no cumpla demasiado con ella y sea una especie de grinch que quisiera refugiarse en la Gran Sabana, aunque para hacer felices a sus chamos es capaz de vestirse de San Nicolás (y disfrutarlo). Creo que lo que mejor ilustra lo negativo de la navidad es esa foto patética de los reyes de España que tiene Nicotine en su página. Una foto artificial y montada porque los reyes nunca pudieron reunirse con todos sus nietos y armaron ese artificio absurdo de familia feliz para el disfrute de otros, pero el collage les quedó tan mal montado que los conocedores del tema fotográfico rapidito le cazaron los gazapos. Pero en fin, les escribo de verdaíta para desearles que estas fiestas la pasen con la gente que quieren. Por cierto, tengo planeado que nos veamos este 27 de diciembre como a las 6 0 6,30 pm en un sitio de Caracas. Escríbanme al email los que puedan y quieran ir.
...
Ahora sí...el tema del título. DIOS
Resulta que utilicé la palabra Dios (en mayúsculas, incluso, irrespetuosa) como podía haber utilizado hombre o pez o caballo o ángel o escaparate o Dios, sí, porque tiendo a endiosar. Pero resulta que todos comentaron sobre un Dios al que nunca invoqué, un Dios al que se tomaron muy, pero muy, en serio. En realidad este Dios que me encanta es Dios porque escribe como los dioses. Y yo sólo quería, por DIos, que este Dios me mirara como si fuera la mujer más bonita del mundo, aunque no sea la mujer más bonita del mundo. En fin, ya pasó una semana. Ya, creo, Dios se esfumó del planeta Tierra.

miércoles, diciembre 21, 2005

Dios (y sigue)

Yo pensé que Dios me iba a escribir un email. Por eso sigo viniendo un ratico al día a este cybercafé de pueblo. Media hora, mil bolívares. Sólo por la ilusión. Esa, la que mueve al mundo. Y a mí. Yo pensé que Dios, en su timidez, se refugiaría en éstas, las palabras, lo que nos une. Pero no, Dios está muy ocupado. Dios no me para bolas.

martes, diciembre 20, 2005

Dios en 6 minutos

Tengo menos de 6 minutos para describir a Dios.

Camina por una calle de Cartagena. Hace viento. Estoy a su lado. No habla.
No hablo tampoco entonces. Dios es callado. Pero se sabe de memoria cada paso.
No me reconoce. No estoy con él. No existo.

lunes, diciembre 19, 2005

Dios

Dios es colombiano
Dios, también, es poeta
Dios está demasiado ocupado armando un mundo
su rompecabezas
Dios está muy alto, no ve de lejos
y yo, por Dios, soy tan mortal
Me pierdo en las multitudes
Dios no me ve
Todo es silencio en Cartagena de Indias

sábado, diciembre 10, 2005

Cena de los equivocados

Nicotine nos propuso a Pointdx (el compadre) y a mí que hiciéramos una cena de Navidad bloguera. Una cena por ahí el 22 o 23 de diciembre. Yo pienso que también podría ser la siguiente semana y hacemos una cena de fin de año o de los inocentes, porque a fin y al cabo no somos más que unos inocentotes pasados de años los blogueros.
Yo me voy de viaje mañana y regreso una semana después. Bueno, vamos a ver si el viaducto -esa vergüenza para un país que siempre ha dejado los problemas para última hora y éste es un problema que quizás se ha anunciado desde hace 20 años (sí, hay videntes, pero videntes con instrumentos de precisión)- me deja y vamos a ver cómo está el asunto de Internet donde voy y si podré conectarme barato, porque no llevo mucha plata. Les recomiendo entonces que para cuadrar lugar y hora se comuniquen con Nicotine a hermanitojean@gmail.com
En principio ponemos sobreaviso a los primeros equivocados, esos primigenios que se aventuraron a conocernos (en mi antiguo blog) : Caribbean, Lunita, Romrod. Hay, lo sabemos, muchos que viven en el exterior, empezando por uno de los fundadores de la logia, miembro vitalicio y consagrado, Carmelo, un ángel que tiene el don de ser demasiado pana.
Nicotine pidió que invitáramos también a Rodolfo y a Ebe, aunque esta última esté lejos de Caracas. Yo, por mi parte, quisiera invitar a Silmariat, mi buen amigo, a quien me encantaría mandarle una carta a través de uno de esos búhos de Harry Potter, porque la verdad es que no me imagino mandarle un email, que como buen hechicero merece recibir un sobre rosa oloroso a perfume caro. Quiero invitar a Fedosy, el escritor "de mi generación". A ChicaVerde y a Color Dorado, la primera vive lejos, pero la segunda no tiene excusa. Y a Luis Carlos, tan brillante. Y, si vamos a ser sinceros, quiero invitar a todos los que están en mi lista (Hernán -el imposible-, Alana, Gandica, Rusita, Kira, Iria, Libélula, Lejana, Edén, Martha, Letralia, Alvaro, Protheus, José, Marianne, Procer, Kareta, Troka, Nostalgia) porque por alguna razón están en mi lista, y también a los que no están en mi lista pero me leen y me han acompañado todo este tiempo, pero tengo que abandonar la computadora ahora porque me toca hacer mil vainas antes de irme.
Ah, y la invitada especial es el hada poeta, la bloguera más pequeña.

jueves, diciembre 08, 2005

los (y que) videntes

I
Los (y que) videntes no aguardamos al tren, lo imaginamos, lo prevemos, lo presentimos, lo pronosticamos, lo anunciamos. Allí viene el tren. Y del tren ni rastro. Vaticinamos sin miramientos: será grande, espacioso, quizás caluroso en algunos vagones, pero amable. Profetizamos que será bueno el café a bordo, que pasaremos por seis túneles y de uno de ellos un pájaro intentará salir, que escucharemos la Eurídice de Gluck con un martini en la mano. Habrá cerca una señora que suda mucho, un niño en brazos de un papá muy dulce, una pareja escapada y con ganas de una cama para aprehenderse. Adivinaremos felicidad y una buena conversación con un vecino de asiento, un hombre pálido, barbado y enfermizo, un hombre inteligente. Los videntes nos reconciliamos con la imagen de ese tren en marcha y lo esperamos religiosamente en la estación, como buenos creyentes en nuestros propios fantasmas. Y el tren ¿viene?
Qué va. (A lo mejor viene otro)

II
Los videntes nos fastidiamos, nunca tenemos sorpresas. Hemos sospechado tanto cómo será la fiesta, cómo las luces, cómo los rostros de nuestros amigos con el regalo en la mano, que quizás la realidad nunca supere tamañas conjeturas. Somos imaginativos los videntes, los (y que) videntes. Nos figuramos tanto lo que pasará: él o ella vendrá, él o ella traerá una flor amarilla, él o ella nos aguardará en la esquina y creemos que lo presentimos tanto que ahuyentamos los augurios (quizás temen no superar las expectativas). Nunca sucede nada. Pasan los meses. No hay sorpresas. Todo lo posible, todo lo que se nos ha pasado por la bola de cristal de la mente no pasa: él o ella no está bajo nuestra puerta en la lluvia, él o ella no se encuentra escribiéndonos una insospechada -pero siempre sospechada- carta de amor. Nos decepcionamos simplemente con algo que debió suceder (porque además no requiere de magia mayúscula) pero que nunca sucede. Como si añoráramos de antemano aquello que no nos ocurrió, pero que vaticinamos por los astros y el tarot que ocurriría. Entonces dudamos de nuestro talento de pitonisos.

III
Pero los videntes también pronosticamos que nos tropezaremos con la misma piedra. Y ahí sí la pegamos. Nos tropezamos y nos damos tremendo coñazo. Entonces decimos: Viste, viste que de verdad veo el futuro, viste que de verdad soy brujo.

IV
Sin embargo, si somos sinceros, los videntes no creemos en oráculos. El mundo es demasiado grande y libre para andar ajustándose a profecías. Además lo preferimos así: rebelde y asombroso.

la cena de la luna

para Rom, el astrónomo del club

Mi hija y yo estamos por Plaza Venezuela. Son como las 7:00 pm. El cielo está oscuro, muy oscuro. Sólo alumbran, espléndidos, la Luna, Marte y Venus (creemos que son Marte y Venus, tampoco somos expertas). Mi hija los observa, pequeña aprendiz de astronauta.
-Es la Luna, mamá, que invitó a su cena a Marte y a Venus- comenta con la tranquilidad del que habla del clima.
La gente a nuestro alrededor camina apurada. Sólo yo escucho sus palabras. Soy una privilegiada, sin duda. No todos pueden contar con una pequeña fábrica de metáforas disfrazada de niña.

miércoles, diciembre 07, 2005

los abstencionistas

leo en el blog del amigo Gandica que la señora María Corina ha decidido sumarse todo el porcentaje del abstencionismo para ella, con un aviso en prensa que firma Súmate y que indica "EL SILENCIO DE LOS QUE NO VOTARON LE ESTÁ REVENTANDO LOS OÍDOS AL PAÍS". No, lamentablemente el silencio de los que no votamos no hace ni cosquillitas, no pesa, no cuenta, no significa. El silencio de los que no votamos (lo que es peor) ni cambia ni mueve el camino. El silencio de los que no votamos, además, no suma nada a nadie, menos aún le suma algo a Súmate. Comenté en el blog de Gandica que era un silencio variopinto, porque en él está el silencio de los que se fueron a la playita, el de los que se quedaron escuchando gaitas -vaya silencio-, el de los que se quedaron a hacer hallacas (excelente silencio, yo quiero una), el de los que no quieren ni de vaina al chavismo, el de los que se decepcionaron burda de la oposición, el de los que se quieren ir de esta mierda, y también y muy grande en porcentaje el de los que a estas alturas no creemos en nadie. No creemos en Súmate tampoco, por si no quedó claro. No nos fuimos a la playita ni queremos irnos de esta mierda, sin nos preocupa el qué hacer en este país unicolor. Porque un país necesita gobierno y necesita oposición, y el primero de los términos se nos pierde entre tanto arribismo y movimientos inverosímiles, y el segundo ya no existe entre tanto desacierto, tanta mentira y tanta maniobra oscura.
La abstención no dice nada alentador. Tampoco sumará fantasmas en el poder legislativo, si significara algo, tal vez, 75% de los puestos deberían quedar desocupados, puestos para ser ocupados por la nada, a la espera de alguien en quién creer. La abstención quizás dice que nos queremos mudar o que queremos aire fresco o simplemente nada, que la gente se quedó oyendo gaitas porque viene navidad.

los nostálgicos

I.-
-¡Primer llamado, próximo tren en cinco minutos!
Los nostálgicos nos hemos quedado allí, enclavados en aquel tren insustituible, aquel tren de la infancia, de asientos reconfortables y grandes, de un terciopelo azul aún no ajado por el uso, aquel tren que parecía reservarnos el puesto al lado de la ventanilla, con puertas puestas para la privacidad. Tren con hilo musical con el Adagio de Albinoni. Ese tren que se nos fue. Ese tren que huele a húmedo y a menta. Ese tren al que ninguno se parece.
-¡Segundo llamado, tren abordando!
Los nostálgicos pensamos que después de ese tren no vendrán más trenes, o si vienen no serán así, como ese tren en particular desde donde vimos aquel paisaje de montaña, aquellas vacas en la paz que parece otorgarles el pasto, droga quizás alucinógena que aboba a esos animalotes gordos y quedos. Los nostálgicos nos enclavamos en la lejanía de ese tren y, por supuesto, qué vamos a estar oyendo los altoparlantes.
-¡Ultimo llamado, tren en movimiento!
Los nostálgicos seguramente nos perdimos el tren. Pero a lo mejor éste también tenía asientos reconfortables recién forrados de terciopelo azul o rojo, qué más da. Quizás era el mismo tren, o uno mejor, uno donde María Callas en persona -revivida pues (quizás gracias a una buena doble)- canta Madame Butterfly, y no lo vimos, añorando el tren pasado de años y de historia.
Los nostálgicos mejor como que salimos corriendo, que aún hay chance de montarse. Aunque el tren sea de mentirita y como viene navidad pongan gaitas (unos buenos tapones para los oidos resultan grandes aliados).
Sudamos.
Se escuchan, a lo lejos, unas notas. Y hay un ligerísimo olor a menta.

II
Porque el problema con los nostálgicos es que seguimos atados a esa primera piedra con la que tropezamos. Y no. No todas las piedras se tropiezan, qué va. Las hay que se saltan, las hay que sirven de asiento tras la dura caminata, las hay que se prestan para ser vistas en su fortaleza de piedras, las hay que sirven para lanzarse con china. Hay piedras en el camino para todos los gustos. Las piedras dan para todo.
No podemos los nostálgicos comparar las piedras del hoy -siempre más vívidas- con las piedras del pasado. Además, si tropezamos, siempre caeremos en una posición diferente. Y eso ya es avance en el arte de tropezar piedras.

martes, diciembre 06, 2005

santo malandro


tengo a Ismael, el mandamás de los santos malandros, justo frente a mí. me mira con ojos pintados con cierta ternura infantil. son ojos tristes, como de drogado. era malo en sus tiempos, dicen unos, otros lo prefieren Robin Hood, dicen que robaba camiones de harina pan y las repartía entre su gente del Guarataro. Yo lo tengo en estampita desde hace un año, ahora también en yeso, pintado con témpera, con su cigarro, su pistola al cinto, su cuchillo en el bolsillo de atrás del pantalón. Ismael es el líder de los santos malandros, en quienes creen cada vez más venezolanos. Son tipos que fueron delincuentes en su época y que ahora están en el altar de los espiritistas, como parte del culto de María Lionza. Unos los buscan para que los protejan, otros los buscan para hacer el mal, aunque dicen que a ellos no les gusta hacer el mal porque ya hicieron bastante en vida y lo que quieren es reivindicarse. A mí me acompañan, simplemente, están ahí y me animan: Haz la tesis, haz la tesis, porque mi tesis es de malandros y ellos quieren entrar en la academia. Ismael, Isabelita (la niña rica metida a malandra), Petróleo Crudo, Ratón, Freddy...son miembros de una santidad que toma anís cartujo, una santidad más parecida a nosotros: a nuestra violencia del día a día, a nuestra cotidianidad que deja mucho de ser santificada.

Y a ver si me ayudan, que necesito un poco de su valentía, de sus garras. Mi valentía, que es mucha, creo que nunca es suficiente. Ahora está como frenada.

viernes, diciembre 02, 2005

el metro

Inicio de Evento 1 en la estación Chacao, anunciaron los altoparlantes. Un eufemismo de otro eufemismo: Un arrollado en la estación Chacao. En realidad todo ese regodeo quiere decir que alguien se tiró en el metro, alguien se quiso matar y lo vio fácil ante la velocidad del tren y la posibilidad de cerrar los ojos y olvidarse. Creo que todos odiaron al que se lanzó, lo odiamos, por elegir la muerte un miércoles a las 7:00 pm cuando uno llega tan cansado del trabajo o de la universidad. Sin embargo, yo siempre pienso en la historia de ése que tomó la decisión y me da un no sé qué estar pensando en que voy a llegar unos minutos tarde a mi casa y que me preocupe eso y me dé rabia eso más que esa vida ajena. Pero mientras pienso en esa vida ajena un momento ¿estaría solo o sola? ¿tendría hijos? ¿estaría sin trabajo?, sin embargo el que está a mi lado lo insulta, "coño de su madre", y se queja, "coño de su madre" porque sabe que llegará tan de noche a la estación que no podrá tomar camionetica hasta su casa.
Un arrollado en Chacao. Y se hace tarde. Y mis niños sin comer, esperándome para ir a cenar sushi por una celebración que tenemos porque pasó algo requetebueno que hay que celebrar. Los llamo. Espérenme.
15, 20 minutos.
Fin de evento 1 en estación Chacao. SUena un suspiro de alivio colectivo. Pero en seguida, sin oportunidad para el respiro, se oye el segundo llamado. Inicio de evento 1 en estación Sabana Grande. "Otro arrollado", se asombra alguien. Esta vez dicen que el evento 1 es un tren con fallas. El operador, por altavoz, repite varias veces que hay retardo en el servicio de trenes. Pronto cambiará el discurso por "fuerte retardo". Las personas se amuñuñan, nos amuñuñamos, en el único tren que permanece quieto en la estación, con las puertas abiertas, "entren que caben cien" (cien mil, dirán). Más gente amuñuñada y más repeticiones de fuerte retardo. Los cuerpos sudan, sudamos, contra los cuerpos de desconocidos. Oímos la conversación de cada ocupante del vagón. Una hermandad. No hay territorio. Todos contra todos. Todos con el mismo sentimiento. Con la misma arrechera. "Coño de su madre", esta vez dirigido al metro mismo, como si fuera un señor que nos frena. LLamo por celular a mis hijos, les digo que se olviden de la cena fuera, les cuento que estoy agotada, que si sigue la vaina me voy a desmayar. Alguien a mi lado me grita "no se desmaye, señora" y siento que todos se saben mi vida. Piden por altavoz desalojar el tren. Millones de personas poblamos la estación, somos tigres en espera de la presa: el próximo tren que llegará lleno seguro. Seres primitivos, en supervivencia para llegar a la casa. Algunos, débiles, optan por subir a la avenida y tomar las atestadas camionetas. Yo espero, me aseguro que soy de los fuertes de la especie, que lucharé por mi lugar. Llega el nuevo tren, hay golpes y porrazos entre quienes salen y entre quienes queremos entrar. Logro un puesto apretadísimo sin derecho a barra en la cual sostenerme. Otros prefieren quedarse en la estación, resignados se sientan, incluso se acuestan en el suelo. Una comunidad sumida en tragedia. Yo permanezco en el puesto de los privilegiados, estamos como sardinas en lata, sufrimos más en realidad, pero tenemos la primera prioridad para ser removidos del sitio. 15, 20, 40, 50 minutos -ya somos íntimos- después el tren emprende marcha. Hay quien aplaude. Alguien se felicita: resistimos, no cedimos a la tentación de las camioneticas atestadas, y ganamos. Llegamos a Sabana Grande. Nuevo desalojo. Todos salimos del tren. Se cierran las puertas. Pero vuelven a abrirse y con optimismo volvemos a entrar. De nuevo nos obligan a salir, algún dios disfrazado de funcionario reta la paciencia de unos caraqueños arrechos. Un experimento, quizás. Cuánto somos capaces de aguantar antes de asesinar a alguien. Un tipo grita: Esto es un saboteo. Varios hombres parecen querer armar un escándalo. Pienso en las elecciones. Pienso en el 4 de febrero. Un aumento de pasaje en Guarenas fue el detonante. Veo las caras fúricas. Esas ganas frustradas de todos ellos que recién cobraron y quieren quitarse los zapatos, tomarse una cerveza, ver la novela, degustar el bien merecido sexo. Creo que en cualquier momento puede pasar algo y, cobarde, subo (luego me enteraría que sí pasó algo: una bomba lacrimógena fue lanzada en una estación del oeste). Eso sí, me resisto a las camioneticas. Empiezo a caminar a las 8:30 de la noche por un boulevard de Sabana Grande que se desmantela. Los buhoneros también quieren descansar. Hay colas en los perrocalienteros. Muchos de los usuarios del Metro han subido a superficie a saciar el hambre. Pero la mayoría de esa masa camina hacia el este o hacia el oeste rápida y rítmicamente, hay caras hastiadas, nadie ve las vitrinas. Todos odiamos el Metro. Aunque al día siguiente, diablos, tengamos que volver a montarnos en el Metro.

periodismo y literatura, amantes

Mi madre lo esperaba todos los domingos con el periódico sobre la mesa. El siempre traía un libro diferente para mí. Una vez él trajo el segundo volumen de una edición de El Idiota de Dostoievski que tenía tres tomos. A la semana siguiente trajo el tercer libro, muy gastado por el tiempo. Después olvidó traer el primero o quizás enfermó, no sé. Siempre me quedó la intriga sobre el comienzo de esa historia. Así, como ese libro sin primera parte, es la literatura y así el periodismo: una pregunta que nunca se responde del todo. Una herida. Un universo que siempre se querrá descubrir.
Mi papá, ese señor que sólo venía los domingos, también se murió un domingo. Y me legó la literatura y el periodismo, sus dos entregas durante su estadía semanal de pocas horas. Y la intriga.
Me vinculé a la palabra desde siempre. No recuerdo otra forma de aprehender el mundo. Desde los diarios íntimos de la infancia y adolescencia, desde los estudios universitarios, desde los talleres literarios y los primeros cuentos, desde el apasionamiento teatral. Desde el periódico. Desde mis libros. Siempre he creído que no hay divorcio, literatura y periodismo son un matrimonio, más bien una pareja swinger: se aman, se desean, viven juntos, pero a la vez coquetean con otros, se permiten la incursión de terceros en un perverso juego que siempre los ata más. Están sellados, sin duda, cortados por una tijera de punta finísima, que si te descuidas te corta.
El periodismo ha sido un espacio para mi escritura. Me ha dado la oportunidad de plasmar el entorno desde la palabra, de meterle el dedo a la yaga de la ciudad, del país, de una ciudadanía que cada vez se hace más extensa. El periodismo me ha regalado en la vida real la mejor de las ficciones de carne y hueso.
Una vez compartí una noche con un niño de la calle que terminó golpeando desde su mirada dura y sus frases certeras toda la facilidad con que pasamos al lado del otro marcando distancia. Otra vez ingresé en el mundo de los mineros ilegales y bajo una mina hecha a punta de pala uno de esos hombres me confesó que en cualquier momento el techo se nos podía caer, porque era frágil, como él, como la vida. Un día estuve con las putas, más allá de los bajos fondos, con las putas de día, que dejan a los hijos en la escuela y se retocan en una oscuridad que impera aún a mediodía. En alguna oportunidad fui a buscar a una familia que nunca se enteró de la llegada del siglo XXI, una abuela sin piernas observaba cuatro paredes condenada a la cama eterna por la picada de un murciélago. También estuve en un hospital de noche, sin esperanzas de salvar una vida porque un periodista sobra cuando no hay gasas. Fui también a un refugio donde fueron colocados como trastos gente que alguna vez tuvo un hogar que se borró bajo un aguacero. Miré también un estado Vargas, hundido bajo un deslave en 1999, desahuciado, desde unas escuelas donde ya no se podía oler el mar. Todo lo escribí, para ser los ojos, la cabeza y también el corazón de un lector a veces muy ajeno. Los periodistas tenemos la suerte de entrar en lugares de la realidad que quizás no podríamos sin las puertas que da la profesión. Vemos entonces lo que no puede ser visto por todos y si pillamos el pulso literario, pues miraremos también doblemente comprometidos.
Hay una relación económica entre literatura y periodismo: se hacen préstamos. Pareciera que no hay límites, o si los hay, se cuelan, se meten por las rendijas. El periodismo me ha hecho ver la literatura que tiene la vida. Lo he visto en mis perfiles: el de un hombre que me mostró cuán femenina era su alma; el de un abogado que registró una embajada para recibir a los numerosos seres que alguna vez llegarán de otro planeta. La vida por momentos tiene más de ficción que la creación misma.
Creo que estos dos términos, literatura y periodismo, no son parientes, son –al menos en mí- amantes y hay que darles su luna de miel. Quiero reforzar mi estilo, mi creencia absoluta de que no es posible hacer buen periodismo de profundidad si no hay detrás la palabra de un escritor. Además, porque hay un libro de literatura de no ficción que ya comienza a armarse en mis angustias. Quizás allí pueda leer esa primera parte de El Idiota, y responda alguna que otra pregunta que me ronda. O quizás, lo que obtenga, como auténtica periodista, sean más preguntas.



(a ver, este texto lo escribí hace una semana y lo paso aquí para cumplir una promesa: si me salía algo -que me salió ¡bravoo!-) pues prometí que este texto lo publicaría en el blog. No sé si debería, el país como que se está cayendo o nos hacen creer que se está cayendo, yo debería estar escribiendo de eso. También quería escribir del metro, porque fui una de las miles de víctimas del caos del miércoles en la noche y eso hay que reseñarlo con apasionamiento, con arrechera y no con la objetividad periodística -yo estoy segura de que alguien estaba buscando que se armara un conflicto social ese día-. También quiero escribir que me hace mucha falta el club de los equivocados, todos ellos, porque sin sus comentarios pues al blog le falta una pierna. Vamos a ver qué tiempo tomo para escribir de estas cosas)

jueves, diciembre 01, 2005

votar o no votar: ya no hay dilema

Me quitaron el dilema, no tengo que pensarlo más. Quería votar, soy de los que se responsabilizan y asumen, pero la verdad es que no sabía por quién. Las caras en los afiches conocidas poco me entusiasmaban -algunas son francamente risibles- y las caras no conocidas me causaban desconfianza cierta porque no veo teorías bajo esos rostros sonrientes para la foto, desconfío sobre todo cuando pienso en el sueldo de los parlamentarios, en esas caras dormidas en su escaño o comiendo chigüí o jugando a la vieja en el celular.
Yo quería votar porque creo en las decisiones de la mayoría. Claro, puestas tan en duda las elecciones últimamente, ya no se sabe de qué es mayoría uno, creo que -como dijo Uslar Pietri alguna vez y el término se hizo de Real Academia- somos más bien mayoría de pendejos. El caso es que, no sé, me gustaba la ilusión de revolver entre el basurero y votar por alguien honesto. Alguien que fuera de la oposición y no estuviera alienado viendo monstruos verdes o alguien que fuera del gobierno pero que no tendiera alfombras, que fuera capaz de disentir, de criticar, de desmentir. Quisiera -en mi país utópico (y quizás de los equivocados)-una asamblea plural, donde estuviera reflejada la sociedad y sus voces, donde los miembros no pasaran semanas discutiendo cuál es el nuevo sueldo que se van a poner ellos mismos. Quisiera un diputado, por ejemplo, que luchara por una ley por el matrimonio gay, por ejemplo. Puro primer mundo. Un diputado que se resteara por un mayor presupuesto para la educación y la cultura y la ciencia y la salud. Un diputado que emprendiera una investigación seria contra la corrupción. Un asambleísta que pugnara por leyes que protejan a los excluidos. Un parlamentario que no permitiese de ningún modo -sobre mi cadáver, diría- que entre ni un artículo en ni una sola legislación contra la libertad de expresión, contra los derechos humanos, ni un artículo que permita abusos de poder ni discriminaciones de ninguna clase. Unos tipos que no se durmieran en sus mesas, pues, que no tomaran día y medio para almorzar, que no se bajaran una botella de whisky, que creyeran. Unos carajos echados palante. En realidad unos hombres y unas mujeres que hicieran su trabajo y que creyeran en él.
Pero me quedé sin votar, no porque se haya ido gran parte de la oposición, sino porque pienso que ahora no tengo opciones ni siquiera para el tin marín.
Saldré con los hijos al cine. Comeré cotufas. Me refugiaré en la ficción.
Y seré, a mi pesar, abstencionista y no podré quejarme después. Seré cómplice.