viernes, octubre 07, 2005

el hombre ensangrentado

En el centro de Caracas puede pasar cualquier cosa, especialmente en ese cruce de la avenida Baralt cerca de la estación del metro Capitolio. Ya todo es indiferencia ante la locura. Los buhoneros arman sus carpas que son ya centros comerciales. No hay paso. Nadie se queja. Todos hemos aprendido a caminar ente obstáculos. Al mediodía los vendedores informales almuerzan utilizando como mesa de comedor la acera. En la tarde juegan dominó y tienen un club de admiradores. Algunos niños corretean entre cajas, son su parque de diversiones.
Allí, hace unos meses, un hombre defecaba en una esquina. La gente pasaba sin inmutarse. Hace quizás un año otro hombre fue golpeado por varios jóvenes, en esa nueva modalidad de robo en la que se utiliza la fuerza bruta para atacar a la víctima y anularla. Las decenas de personas que caminaban hacían un desvío para seguir andando, sin molestar a los ladrones en su empresa, andaban sin detenerse, para no llegar tarde al trabajo. Otro día una viejita se cayó, llevaba aferrada la cartera. Un par de tipos en una moto la habían empujado para quitársela, pero ella la defendió con su vida. Pocos la ayudaron a levantarse. Los más prefirieron seguir con las gríngolas puestas.
Ahora acabo de ver lo más insólito y triste. En medio del río de gente que iba hacia el metro, destacaba un señor ensangrentado. Su cabello, su rostro, su cuello. Corrían líneas de sangre por todas partes. La camisa ya estaba empapada. Iba rápido, con la fachada de la cara dura, como para no sentir vergüenza. No pude hablarle. Sólo pude pararme y respirar y mirar a mi alrededor y notar que para todos era un estado natural ver a un señor ensangrentado a las 9 de la mañana en plena avenida Baralt.
Se buscan seres humanos.

14 comentarios:

Melvin Luzardo dijo...

Me da mucho gusto saber que estás de vuelta. Tristemente, cada vez más en las ciudades grandes como la tuya, la gente parece automatizarse, simplemente asimilar todas esas cosas y anormalidades como algo habitual y cotidiano.

Es que la ciudad se vuelve tan compleja, que se conforman sub-culturas, y su-sub-culturas, que hacen hasta lo imposible por no mezclarse.

Recibe un abrazo, y espero ver que sigas escribiendo.

Regina Falange dijo...

Qué rudo mi maga! Esos son los precios cotidianos de transitar el centro de Caracas, que para mí es una suerte también del centro del caos, la desidia. Ese hombre que viste formará tristemente parte de las estadísticas, el número no se qué tanto de heridos -si la suerte lo mantuvo en ese status-

Sólo queda el relato, la impotencia. Y la piedad de los seres humanos, que sí te los hay:Allí estás tú.

Un abrazo y sí, nos tenemos pendiente hablar de ese gran desencuentro que es la vida.

Colorotroradorado

Fedosy Santaella dijo...

El otro día un muchacho limpiaba un techo de vidrio del centro comercial donde trabajo. Uno de los vidrios cedió y el muchacho cayó sobre los vidrios unos metros más abajo. La noticia llegó a todos nosotros, nos lamentamos, allí se quedó la cosa. Varios días después no enteramos que el muchacho murió. Fue como una historia más, una historia que pasó al otro lado de la pared de... vidrio... en la que vivimos. Nos duele tanto la muerte, que procuramos no saber nade de ella? O será eso, será que las ciudades nos vuelven zombies... Es decir, ya estamos muertos por dentro... Por eso, la muerte física, no nos parece gran cosa.

Salud.

feozeta dijo...

es muy triste ver como la indiferencia el miedo y la costumbre, comienzan a hacer su via a través del ser humano. La gente se va acostumbrando a que estas cosas son normales y eso hace que a medida que pasa el tiempo y ocurran estas cosas, nos vamos volviendo más insensibles ante la realidad humana.

Lo triste es que Venezuela hasta hace no mucho era considerado uno de los países más pacíficos del mundo, y ahora la gente se está acostumbrando a convivir con la violencia. Tal cual como nos tocó en Colombia, aprender a convivir con ella.

Silmariat, "El Antiguo Hechicero" dijo...

A la Maga

En la Católica, hace algún tiempo, conocí a una chica de Calí y entre otras cosas me comentó: "La violencia es como el mal olor..., al final uno se acostumbra.”
Me niego.
Aún aquí, a kilómetros de distancia, me pregunto: Dónde se me fue mi país?

Nostalgia dijo...

Depende del cristal con que se mire.... a lo mejor percibes que era un sádico que recibió lo suyo tratando de violar a una carajita que finalmente pudo darle su merecido. O tal vez fué aquel que intentó robar a la viejita y esta vez le zamparon su tatequieto. Entonces dices para tus adentros "bien hecho", sin tener la certeza de que así fué.

A eso nos ha conducido este mundo de locos....

Rodolfo dijo...
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Rodolfo dijo...

Yo apenas tengo 31 y todavía recuerdo cuando se podía corretear por la Plaza Caracas, cuando había allí conciertos a los que yo me regresaba a mi casa en La Candelaria a pie. Creo recordar haberme sentado en las cornisas de los espejos de agua que allí había.

Y recuerdo también cuando todavía era posible escuchar en esta ciudad un "¿le pasó algo mijo?", "¿quiere que le ayude maestro?". PEro ahora lo que estalla es la indiferencia. Pero yo trato de hacerme elo loco de no darme demasiada cuenta cuando camino por allí.Aunque basta con cruzar la frontera hacia cualquier lugar para que alguien le haga notar lo paranoíco que uno se ha vuelto.

Anónimo dijo...

De la ciudad de los techos rojos, pasamos a la sultana del ávila y caimos en la ciudad de la mierda; porque eso es lo que corre en quienes aceptan esa realidad, de eso están conformadas las neuronas de gobernantes y políticos. ¿Cuánta miseria humana tendremos que seguir viendo en la Baralt, en sSabana Grande, en la esquina?
ruurmo

P.D. disculpa la procacidad me pareció bien dejar el eufemismo a un lado.

RoRRo dijo...

Léete este post que escribí hace casi un año, para que veas que no hemos avanzado nada...

Kira Kariakin dijo...

andamos por la vida anesteciados...

Anónimo dijo...

He debido aceptar la Avenida Baralt como el camino a mi casa. Lo que llamo ahora casa. Y me debo, mil veces me debo, el simple sacar la cámara de su estuche, empezar a capturar momentos, empujones, hombres ensangrantados, niños durmiendo bajo los tarantines y demás historias.
Créeme que es miedo, no sé si a la calle, a perder la cámara, o a que eso que tome no pueda ser arreglado por PhotoShop. ¿Existe algún programa de ediciones para el alma? Hasta la digital la cargo llena de tierrita, humo de autobuses y un murmullo de gente enloquecida

Laura dijo...

Primera vez que me meto en tu blog. Todo,porque estaba revisando el nuestro de http://nailmugreandcuticle.blogspot.com/ y releí los comentarios de cada post publicado (tengo que arreglar con Phases y Miracolo lo de que recibamos los coments en una cuenta común que podamos acceder todos...) y me conseguí con tu comentario en el que te sentías reflejado con mi artículo de "el papelón". holandés, algo más "común" que el islandés, no se puede estudiar en Vzla. No hay nada en la embajada de Bélgica u Holanda. El islandés... creo que Islandia no tiene ni embajada o consulado u oficina pseudo consular en Caracas. No lo creo de verdad. He de averiguar más y te contaré al respecto...

Y este post tuyo, el de hoy; me dejó de una pieza, triste, pensativa, meditabunda. tenemos tanto corazón para tantas cosas y nos hemos alienado de tantas formas para evadirnos de tantos horrores cotidianos... Mi esposo es belga y nunca cesa de hablar de lo amables, cálidos y bondadosos que somos los venezolanos. Yo sé que no siempre lo somos, hemos usado la evasión como recurso para la supervivencia... Nos hemos atado las gríngolas para evitar ver... para prevenir el sufrimiento. otro más. Adem´s de los que se nos acumulan en nuestro cotidiano andar. Será eso? Y que triste que así sea. Creo que no se puede culpar a nadie, pero no se puede evitar de lamentar el que ocurra... Un abrazo solidario con tu periodismo reflexivo. Yo trato de hacer lo mismo por acá... con ojos ajenos a lo que ellos ocnsideran normal.

Anónimo dijo...

Eso mismo hacía Diógenes, buscar seres humanos. Por estos lares ya van quedando pocos. Si no los puedes encontrar de día, no te molestes en buscarlos de noche.