este post es para mí, tan atrevida y no me atrevo ahora que necesito más que nunca atreverme, y no me atrevo quizás por temor al abismo que acompaña cada atrevimiento (pero claro que me voy a atrever, cómo no)...pero sobre todo este post es para esa amiga bloguera que está luchando entre el miedo y la valentía que acompañan al atreverse o al intentar atreverse.
Si los torpes esperamos el tren en un andén clausurado por el Seniat, si los tímidos buscamos un refugio en el subsuelo para no oir el crujir de los rieles cuando la máquina avanza, si los invisibles se quedan con la mano levantada y el tren no se para, los atrevidos no sólo nos subimos en el ferrocarril sin boleto, sino que lo hacemos cuando está a media marcha, o mejor aún cuando va a toda velocidad y hay lluvia y se oyen truenos y tenemos a lex luthor persiguiéndonos por ser cómplices de supermán (los atrevidos solemos ser tiracoñazos -vendrá el post- y justicieros de lo imposible -vendrá el post también-). Y los atrevidos no sólo desafiamos los vientos y los túneles y el frío, sino que además, de frescos, bajamos al vagón de primera clase y nos ponemos a tomar té con las ancianas que se olvidan de nuestra fea facha (nos prestan el baño y sus bellos chales) porque tenemos excelentísimos modales y hablamos de tejidos, de viejas películas de amor y hasta tenemos cuentos de la guerra civil española que no vivimos.
los atrevidos, pues, nos atrevemos. el miedo acompaña, como una mezcla entre veneno y adrenalina, todo acto de un atrevido. y el miedo es esa puerta que está a medio camino entre subirse al tren a riesgo de caerse o quedarse quieto, tranquilo y quizás arrepentido pero a salvo el pellejo. si no hay miedo no hay atrevimiento, hay quizás descaro o desparpajo, pero no esa sensación única del que se atreve, es decir, del que salta sus propios obstáculos, del que se reta, por sobre sus inseguridades y temores, por ejemplo, a tomar esa decisión que hay que tomar -que tengo que tomar, ya saben-, o a dejar ese trabajo de quince y último e inventarse su propia jefatura, o a hablarle a ese ser imposible, o a llamar por teléfono a ese desconocido -montadísimo en un pedestal por nosotros mismos-. si bien el atrevido seguramente colgará sin hablar las dos primeras veces, no se conformará para siempre con simplemente oir la voz de ese otro, siempre se atreverá a decir Hola en la tercera llamada, pellizcándose una pierna con una mano y temblando el auricular en la otra.
Los atrevidos no pensamos en el futuro. Nos atrevemos. Es imposible medir respuestas, pronosticar certezas, calcular probabilidades. Nos atrevemos. Soltamos las amarras y la timidez y nos lanzamos al vacío, en un parapente que no comprobamos si tenía alas.
Los atrevidos hacemos de tripas corazón, tragamos grueso; a los atrevidos se nos hace un nudo en la garganta, que atreverse no es cosa fácil, que atreverse es variar el movimiento de rotación del mundo. los atrevidos trascendemos en nuestro acto de lanzarnos al escenario de la vida sin el guión aprendido, improvisamos medio tartamudeando quizás pero con una sonrisa tan amplia y un discurso tan coherente que el auditorio sin duda aplaudirá.
los atrevidos tenemos antecedentes de atrevimiento. los atrevidos le mandamos una carta a Serrat en medio de un concierto, los atrevidos le escribimos un poema al violinista de la segunda fila de aquella Sinfónica Juvenil de hace veinte años, los atrevidos nos regresamos a la selva un día sólo para que ese héroe de sangre e ideología rojas vuelva a desvestirnos con los ojos -con los ojos, únicamente (lamentablemente)-. Los atrevidos hacemos esa pregunta innecesaria pero precisa, los atrevidos escribimos y qué importa qué piense ese otro que nos lee con ojos saltados y tos, los atrevidos tenemos afinidad con las sábanas en rebulicio, con los sudores propios y ajenos, con la lluvia franca e imprevista, con los huracanes -siempre se den entre dos y sin testigos en otros pisos-. Los atrevidos pisoteamos terremotos y surfeamos malas mareas, rescatamos príncipes que nunca aprendieron el arte de la esgrima. También cantamos en el baño, porque a veces -hay que reconocerlo- perdemos un poco la vergüenza, hacemos el ridículo, somos el escarnio público.
Coño, pero a veces los atrevidos nos amarramos las manos y nos lanzamos al río, con un saco de piedras en los pies. Y allí nos quedamos, esperando que el agua nos despida la falta de arrojo. Claro, tenemos siete vidas, y las piedras no pesan nada, y la cuerda es demasiado floja y flotamos porque amamos la vida y nos atrevemos a vivirla.
todo tímido, todo torpe, tiene su atrevido agazapado, pero ese atrevido cuando sale, nunca olvida su condición inicial y lleva en el bolsillo torpeza y timidez para no caer en la provocación de la soberbia y ser, al fin y al cabo, el más humilde de los servidores de los instantes. Todo atrevido sabe que lo será sólo, únicamente, en el aquí y en el ahora, que su transformación a hombre lobo dura minutos y que si no se monta en el tren ahora que está avanzando, ahora que llueve, ahora que vienen los guardias -ahora, con todo en contra- no lo tomará y aguardará en el andén otro tren que no se devuelve.
lunes, octubre 24, 2005
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13 comentarios:
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Los atrevidos dejamos un comentario, atrevido, venciendo el querer ser invisibles en el blog de la persona que amamos, para luego al día siguiente... darnos cuenta de lo que hicimos...
nos morimos de la timidez... y lo borramos, lo arreglamos (sin mayor éxito, ya que no lo podemos desaparecer, ya llegó a su correo) y lo publicamos nuevamente (tu sabes, para que aunque tímidos con ganas de ser transparentes, no nos tomen por cobardes, porque no lo somos)para ser atrevidos, pero no tanto...pero la torpeza ya está hecha... y no hay remedio...
:S auch
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No hay personalidades puras.
Solo cocteles explosivos.
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Besos, inmensos.
realmente un comment genial, mi chicaverde-voladora-soñadora-nohaylentesqueteescondan
y sí...deberíamos hacer un post de los amadores -que no siempre son amantes- empedernidos
Bravo maga! no sé en qué momento sacaste el bisturí para abrirme las tripas (y el corazón), o hacerme ver que se hace de tripas corazón para pasar de largo por el tren.
Los atrevidos somos, los tímidos somos, los sensibles somos y los invisibles somos, ante todo, agradecidos.
Voy a ser terriblemente torpe, increíblemente tímido y me atrevo a escribirle:
Qué se sentirá ser visto por su mirada?
Qué maravillosa sensaciones despertará, Usted en mí, cuando pueda por fin oírla y escucharla?
La vida debe ser justa, para poder bebernos unos cuantos arcoiris y despeinar a las nubes.
A sus pies Señora, a sus pies mi Dama.
Y renuncio a ser invisible a su alma.
Y la seguimos embarrando, y enviamos correos dando explicaciones que nadie pidió :S y finalmente borramos comentarios porque nos da miedo que los vea quien quizá no deba verlos :S
Y así la saga de torpeza< sigue y sigue y sigue...
ando caótica :S
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Gracias por el comentario, no imaginas el honor y el lujo desbordante seguido de un prolongado sonrojo, que teambién sigue y sigue.
Besos verdes.
Maga de las magias que hacen vida:
Los atrevidos, que somos tímidos cuando la epidermis se corroe, vivimos colmándonos la boca con esas, nuestras aventuras; con esas ociosidades que se nos ocurren como si tuviésemos el tiempo y la vida incrustadas cual tacón aguja en la nuca. Los atrevidos nos arrebatamos con esos mensajes sms que confiesan amor, y que después no llegan porque no se ponen de acuerdo Movistar y Digitel. Los atrevidos nos montamos a ese tren con boleto robado y degustamos los manjares del área VIP; nos coleamos en las filas de los conciertos, le mandamos el Indecu a los taxistas del Terminal La Bandera y le increpamos a las mujeres que abofetean a los niños en la calle.
Los atrevidos siempre tenemos una respuesta genial y coherente a los vaivenes de la vida, y somos perfectos consejeros-cupidos aunque nuestras vidas sentimentales tengan madera para un culebrón mexicano; los atrevidos llegamos tarde al trabajo con un chocolate para la jefa en la mano, y nos envalentonamos aún más con cuatro copas de Santa Carolina o Ron Santa Teresa Blanco, más jugo de piña y cerezitas.
Los atrevidos solemos quejarnos por lo que hicimos, pero jamás dejamos pasar de largo el tren aunque lo veamos descarrilado. En esa rutina de consecuencias y atreverse, terminamos siendo atrevidos para ocultar la carita de timidez; torpes mientras jugamos a sacar la carita adecuada para el momento indicado e invisibles, cuando nos cansamos de debatirnos entre tantas torpezas, timideces y atrevimientos. Un recurso también atrevido que termina haciéndonos destacar -ojo, que la invisibilidad es fluorescente-.
Los atrevidos osamos a responderle sin magia a una maga que tiene el mundo sujeto a su energía post Copperfield...Y nos volvemos tímidos cuando pasamos de largo por la redacción, sin atrevernos a darle ese abrazo que tanto se merece.
Sin nada de atrevimiento, los deditos tímidos te envían este abrazo invisible y torpe desde mi mundo de bytes y veinte escaleras más arriba (el punto com)
Colorotroradorado
sacude el ala del atrevimiento, ante el atrevimiento del obstáculo...
estoy llorando mi megamaga...estoy llorando; por atrevida. Gracias
Bueno, qué decir... yo me atrevo y tengo fama de muy poco diplomático... pero me atrevo por mi cuenta y riesgo... habrá que empezar a hablar, a decir, a conversar... e incorporarse a la vida... habrá que hacerlo...
Bueno, hola Maga, son las dos de la madrugada y me ha dado otra vez por no pegar ojo. He visto tu reclamo y aquí estoy para decirte que no me olvido, de verdad, simplemente estoy metido en un maremagnum de trabajo que no me deja respirar... yo te pienso y pienso en todos... como no lo voy a hacer si así siempre estoy en casa...
Que sabroso leer tu post (tan acertado)con atraso y coger la ñapa de los comentarios...excelentes todos.
PD y fuera de tópico: chica ¿tu no conectas tu messenger? tengo días con tu nick en mi ventanita y nada que que apareces.
Abur.
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