miércoles, agosto 24, 2005

carritos chocones y aguamalas

aguamalas.-
en la playa había aguamalas chiquitísimas, transparentes, con una línea roja al centro. una línea roja en medio del mar. cómo picaba esa línea. roja, como en advertencia. luego, en un segundo dejó de haber aguamalas, como un acto mágico, como un milagro si creyera en milagros. me alegré, no concibo estar en la playa sin meterme en el mar. mi hija y yo nos metimos allá donde estaban los corales a explorar peces. me gustó uno negro con una raya azul y una blanca. no sé por qué me gustó, no era sino otro pez más en ese mar de peces. bueno, era eso: un pez negro con una raya azul y una blanca. tal vez el único de allí (al menos el único que vi).
también vimos los delfines desde la lancha. esta vez se acercaron muchísimo. mis hijos y yo gritábamos como carajitos (bueno, ellos son carajitos, yo era la que estaba de más gritando como la chiquilla que no soy pero sí soy). los delfines -como las aguamalas- también estuvieron un momento, el que ellos quisieron, el tiempo necesario para juguetear con la embarcación y exhibir ante los humanos su belleza y esos ojos inteligentes. y luego se fueron, se perdieron en el mar azul oscuro, profundo. pero nos hicieron felices. y ellos lo sabían.

carritos chocones
ayer fuimos al parque de diversiones. mi hija es una enloquecida de los aparatos más raros, los más peligrosos, los extremos. como fui yo a su edad. ¿por qué me parezco tanto a ti?, preguntó en algún momento. luego nos montamos en los carritos chocones. ella en uno. yo en otro. siempre me han gustado los carritos chocones, pero no para chocar. para evadir. me encanta ser la que se aleja mientras los demás se destrozan, mientras los otros se enredan, mientras hay un atolladero de carritos y niñitos. me encanta ser libre e ir a toda velocidad en el carrito chocón sin usarlo para lo que fue hecho: para chocar.
creo que a veces es que andamos por la vida como carritos chocones. y sé que hay choques. pero la verdad es que preferiría que no estuviéramos en carritos distintos, sino en el mismo, pero no para chocar a otros, para evadir, para ser libres mientras el resto del mundo estalla sus carros unos contra otros. para enfrentar de a dos los choques. siempre los choques (que indudablemente los habrá) son menos choques si hay dos.
claro, yo andaba feliz evadiendo los carritos chocones, pero para el resto de los carajitos esa adulta que intentaba escaparse era la tentación mayor: "dale a la señora". y tenía como 8 chamos lanzándome sus vehículos a toda velocidad. mi hija me protegía y chocaba ella a los otros y a veces, muerta de risa, me chocaba, pero suavecito, porque es mi niña bella y extrema y cómplice.

3 comentarios:

Carmelo Lattassa dijo...

Hola cariño, gracias por el post que me has dejado. Nosotros nos hicimos 3400 kilómetros. Nos gusta viajar así. Siempre que salimos nos hacemos un porrón de kilómetros, de alguna manera el verdadero placer está entre los dos puntos de destino. Salimos abiertos a la vida y cuando el rockand roll nos cansó volvimos para ver que Madrid era un sitio desconocido, una de las ciudades para ver. Así que llegamos y seguimos siendo felices. Cris vuelve al tajo la semana que viene, yo me entretengo arreglando cositas y preparándome para la marabunta. Hemos ido al cine. Sin City, coño que película tan buena. La isla, hacía tiempo que una peli de acción no me hacía cosquillas, es tan buena que es capaz de traumatizar a un niño, películas de madrugada, comiendo helado, y hablando de cualquier cosa. Yo te agradezco que te des cuenta de lo que hago, hace tiempo que me juré no pasar por esta vida, sin haber amado, en serio, proactivamente a una mujer. Ella es mi Cris, la amo, la amo que jode, y me dedico a hacerla feliz en lo posible. Ella a cambio hace lo suyo. He descubierto que amar a una mujer no requiere de artificios, sino de actuar en serio, y adentrarse en su esencia con solidez. La adoro, me fundo en ella y sin embargo sé que todo es pasajero. Es curioso, pero me siento mejor, mucho mejor, me siento feliz, desde el momento en que entendí que el amor llega por contagio, por generación de amor. Amo, ergo llega más amor... Todos me quiere, yo quiero a todos, los amo en serio, con inteligencia, con verdad... Que depinga. Si ella me dejara, si me engañara con otro, no diezmaría mi amor... Al contrario serviría para tomar distancia dejandome querer por todas las cosas.

No sé por qué te digo todo esto. O sí, te lo digo. Es como el amor de tus chamos, los amas activamente y ellos te lo devuelven íntegro... Sin contra saldos. A caso habrá que pensar en como amamos nosotros y por qué nos equivocamos amando a minusválidos emocionales. En fin. Me alegro de estar de regreso y saberte mi amiga...

Anónimo dijo...

....con ese comentario de Carmelo, tan bello, tan suyo..me siento como boba y hasta se me olvidó lo que te iva a escribir..bueno, un besoote y sigue divirtiéndote

Mire dijo...

gracias Carmelo por tus palabras...
te repito, me encanta esa, tu decisión de amar, porque es con esa tu decisión de amar que eres amado...

por cierto, tu chica es preciosa, espero conocerla un día.

hoy no voy al mar y ya me hace falta, lo que no me faltan los abrazos de mis hijos, los tengo día y noche.

esa mirada me hace falta en ésta, mi soledad acompañada (y no hablo de los abrazos de mis hijos, que me hacen menos sola)

y sí ebe, tienes razón, una se queda sin palabras ante el supercarmelo