martes, agosto 16, 2005

las relaciones abiertas (a propósito de Kinsey)

Ayer vi la película: Kinsey, sobre la vida del biólogo norteamericano que hizo una taxonomía de la sexualidad del macho y la hembra humanos. Me gustó de Kinsey esa relación estrecha entre vida y profesión del científico, imposible sostener incoherencias. Su relación de pareja, con sus cuestionamientos, con sus apasionamientos, son sus retos, con su voladura de coco, pero más allá la complicidad, la entrega, la verdad. Ella, la esposa, en algun momento lo dice: me niego a ser convencional. Pero es que se niega de verdad, nada de poses. Es una decisión de vida. Porque el amor no es posesión, es esa mirada en la multitud, es ese: "yo sé que tú estás". Ella cree en ésa, su relación, aunque probablemente para el resto del mundo sea una locura (tenía una pareja al lado en el cine para quien la verdad de esa relación abierta parecía un chiste). Claro, también están los riesgos de una mirada así del mundo, como le dice en alguna parte uno de los colaboradores a Kinsey, luego de que su mujer se acostó con otro de los colegas, en esa permisividad que tenían de todos contra todos los de su equipo de trabajo, pero ella, en el intercambio de fluidos, se enredó, se enamoró, qué diablos, es difícil marcar límites: "Es que el sexo no es algo, el sexo es todo", es la frase. Y es así: es de algún modo un estado del alma el sexo, no es sólo el placer, que también lo es, el relajo, la pornografía, que también lo son, y mucho; hay un dar, hay un recibir. Y a veces esa vaina se sale de control. Por eso el riesgo de la autenticidad de las relaciones abiertas. Son seguramente las más verdaderas, pero se mueven en un terreno poco protegido. Como si caminaran por la cuerda floja: el goce en pleno, pero también -por más diestro que se sea, por más equilibrio- está la posibilidad de caída tan a la mano. Sin embargo, en medio de todo, creo que apuesto por ellas, porque liberan de culpas. Claro, se necesitan dos y más que eso: se necesita de los dos el sentido de la verdad. Y del amor, por supuesto. No hay relación abierta que se sostenga si la cuerda por la que anda no está construida del más firme amor.
Me gustó Kinsey. Al menos el que se muestra en la película de Bill Condon, porque además el actor (LIam Neeson) es precioso. Su humanidad. Su capacidad (tan científica, en realidad) de no juzgar, de no condenar, de entender que todo es posible, que todo es normal. Su labor no más de contar, de clasificar-con la misma minuciosidad con la que estudiaba antes los insectos- la sexualidad humana reveló cuánto pueden transformarnos, cuanto peso tienen en nuestra vida, todas las historias de sexo que cargamos a cuestas: las buenas, las malas, las dolorosas, las mágicas, las inservibles, las inolvidables. Y también, que todos, todos, tenemos una historia sexual: el tipo que tiró con más de 9 mil personas en su vida y que parece un fantoche, una caricatura en su afán de romper quizás el Record Guiness, el hombre que sólo una vez tuvo un orgasmo y fue mientras tocaba una melodía en un piano.
Alguna gente se reía en el cine. Probablemente dirían: qué va, trozo de loco, dejando que a la mujer se la tire el amigo, cogiéndose él al amigo. "Yo nunca haría eso", sé que decían los del asiento de al lado. "Maricón", calificaban.
Y uno sabe que no es tan simple. Kinsey simplemente fue coherente entre su vida y obra. Y vivió y dejó vivir. Y buscó su camino a la felicidad. Sin atropellos. SObre todo, sin atropellarse uno mismo.
Se trata de eso: de encontrar el camino a la felicidad, aunque rete al mundo.
QUizás es más fácil para el ser humano autodestruirse y destruir a futuro con la propia autodestrucción a otros, a padres, a hijos, como en un ciclo de infelicidad que lleva a otro y a otro ciclo. COmo el papá de Kinsey que condenaba la masturbación porque él había sido víctima, le habían amarrado las manos en la infancia para que dejara de complacerse. Y se quedó en ése, su odio. No trascendió, no supo verlo y botarlo a la basura. Se quedó, simplemente. Y pasaron los años y ya era un viejo jodido.
Pero a veces encontrar el camino a la felicidad (bueno, ya sé, una utopía, la felicidad, no sé, llámenla como quieran: la calma, la casa frente al mar, qué se yo...) obliga a mirarse la propia mierda. Y a limpiársela.

4 comentarios:

El Especialista dijo...

Me llama la atención, la veré en cuanto pueda!

EL ESPECIALISTA
Omar Enrique Pérez Rodríguez
Caracas. Venezuela.
www.elespecialista.com.ve/blog

Jamsg dijo...

Kinsey creo que es una película bien lograda. En especial, no por los típicos clichés de la sexualidad que aborda sino por la contundencia de las imágenes mientras transcurre la película. Como bien decías.. “el sexo lo es todo”, eso que se ejemplifica cuando el aprendiz al enterarse que su esposa decidió probar con otro del grupo, le grita al científico que no todos pueden ser como él, no todos pueden entenderlo sólo como sexo. Sigo creyendo que el tema da para enormes conversaciones, pero algo es claro, esa película dejó más que simples cotufas en el estómago.

Anónimo dijo...

Que interesante nombre el de tu blog, ¿se necesita visa para visitarlo?. Respecto del tema me parece que reconocer cual es la escencia de cada uno y vivir de acuerdo a eso es lo mejor: eso si debemos atenernos a las consecuencias sociales, discriminación, rechazo, eso. gracias y que viva el amor libre, y el sexo responsable.

Anónimo dijo...

Curioso....

Hoy mi novia de años y yo decidimos tratar...y me voy topando con esto.

Adiós miedo, te veo después. XD