domingo, septiembre 18, 2005

carajitos (y abuela irrompible)

carajitos
hace dos días salí con mi hija y sus dos mejores amigos al sambil. son dos varones, considerados los "tremendos" del salón, un salón -por demás- etiquetado como el "terrible" del colegio. en fin, estaba yo con los tres chiquillos, sin mucha autoridad -porque no sé imponerla-, pero con alguna, que también sé poner (aunque ficticia) tremenda cara de bruja mala de cuento -no, no hizo falta-. pues, en principio, debo comentar que uno, lejanísimo a la mayoría de edad, ya usa su real piercing (y le queda bello) y el otro habla, con toda la confianza del mundo y como si yo se lo hubiera preguntado, de lo bien que quedaron los senos de su madre tras la operación (lo mato si me propone que me haga la mia, que no me hace falta, por demás, porque aunque sean tetas chiquitas -ni pesan, ni me voy de boca, ni saltan de la blusa a punto de reventar- y quizás por eso, se mantienen firmes y tienen -también- su público).
en el sambil los varones se dedicaron a mirar culos. yo los oía, sin desparpajo veían a las muchachas lindas que caminaban adelante y cuando veían unas nalgas prominentes y duras, se acercaban los muy machitos y comentaban proporciones y firmeza. mi hija se reía de ellos, porque todo le parecía un poco teatral, aunque de verdad era sentido: las sonrisas de los dos, la picardía, cierto temblor en sus cuerpos eran verídicos, niños que empiezan a aprender códigos -manidos, sin duda- de hombres. en el parque que hay en el sambil, diverxity, los dos chiquillos se dedicaron a mirar más de cerca a las mujeres buenotas, tanto que mi niña relata, no sin morirse de la risa, que cuando vieron a una chica en minifalda, los dos varones se tiraron al suelo y se pusieron a otear sus intimidades. y uno le dijo al otro: la vi cuando se acomodó las pantaletas con el dedo. triunfó. en fin, varones.
mientras tanto mi hija tenía un enamorado. un chiquillo pecoso que andaba, como ella, con un grupo de puros varones, no esperaba momento para lanzarle besos. de eso me enteré después, cuando ella me dijo: el chamo era bonito, mamá, pero demasiado fastidioso. yo los vi en los carritos chocones y enseguida me di cuenta de la locura que había despertado mi hada (mi hada segura y extrema, de bluyines a la cadera y ombligo al sol, totalmente inmune a la cursilería) en el chiquillo. el niño se dedicaba a perseguirla con el carro para chocarla y ella, coqueta y maluca -pero absolutamente indiferente a sus ataques, como si estuviera a kilómetros de altura sobre ese mortal- también le chocaba a él y de pronto no se sentía más que a ellos dos y sus choques, como si el resto de los niños montados en los carritos (inclusive a los amigos de ella, que la protegían, caballerosos, de los amorosos ataques del galán) estuvieran en segundo plano. los envolvió esa especie de aura, de gran pompa de jabón, que envuelve sólo a los que hacen clic. claro, que mi hija no se lo tomó a pecho y salió tranquila de esa historia de viernes en la tarde. era bonito, mamá, y yo le gustaba, pero qué manera tenía de demostrarlo, comentó sonreida y me tomó la mano, mientras sus amigos miraban culos en el sambil.

abuela irrompible
no sé de qué material está hecha mi mamá. quizás habría que patentarlo. superabuela nuclear o algo así. ayer mi mamá se cayó. yo estaba bastante lejos con mi hija, cuando el varón llamó contando que la abuela había llamado a casa diciendo que se había caido. sali volando a su casa muerta de miedo y pensando lo peor (de chiquita, cuando ella dormía, le ponía el dedo cerca de la nariz para constatar que respiraba). me imaginaba ya en un hospital, me la imaginaba después llena de yeso, me la imaginaba en sillas de rueda. mi mamá tiene 86 años y vive cayéndose, pero nunca llama, sólo muestra días despues las ronchas en las rodillas o codos y hasta se ríe, la abuela irrompible. por eso tenía miedo, si llamó era algo grave. cuando entré a su apartamento (vive sola -aunque cerca de mí- porque es terca, como buena española) estaba tirada en el piso al lado del teléfono sin poder levantarse. se había caido a varios metros de allí y se había ido arrastrando arrastrando hasta llegar al aparato y llamar a casa. tenía un gran chichón y tiene alergia a los médicos. decidí traérmela a casa a juro y aquí está. a los pocos minutos medio caminaba y ahora anda bien, no tiene chichón y no se queja de nada y hasta quiere lavar los platos. abuela a prueba de golpes. abuela todo terreno. abuela, superabuela que tiene esa memoria de elefante, que siempre fue sana y que no quiere -como no quiere nadie en este mundo- ser vieja.

2 comentarios:

romrod dijo...

¿y que viejo no es así de terco? que susto, un beso para ti y otro para la super abuela.

Anónimo dijo...

Arriba los poemas, arriba los carajitos y arriba la abuela nuclear.
Es que ni siquiera a los abuelos de ahora los hacen como los de antes... ni nosotros seremos así cuando nos toque. Yo tengo a una de las mías gastándose el dinero de toda su vida de trabajo y exilios dándole la vuelta al charco una y otra y otra vez. Dos operaciones, reparación de cables y vías ciculatorias y sigue viajando...
Un beso