Le escribí un email a este gran amigo mío probablemente porque tengo sobredosis de Sabina y de algún modo Sabina me recuerda a él, aunque él no cante ni sea español ni cincuentón y medio ni haya utilizado el cristal de mi foto de boda para el último gramo, porque ni él ni yo usamos gramos. Es su humor que me encanta, probablemente, no sé, ese corazón tan grande que él tiene.
Le escribí aunque me había dicho a mí misma: No, no le escribirás, Maga, que él tiene su vida y sus problemas también, que si está tan alejado es por algo, que quizás está triste también y tú le dueles, tú le alborotas el avispero de su tristeza. Pero le acabo de escribir porque , bueno, porque tengo como una también -también, también, reitero los también- tristeza (vuelvo a ella, sin sinónimos) enorme y él sabe de esas tristezas mías porque las hemos compartido en algún bar de chinos. No, la verdad, y es lo que he querido decirle, es que el protector emocional 50 no sirvió de nada, producto chimbo, mala calidad, estafa comercial, eso se lo dije en el e-mail, para que por favor no lo vaya a usar, para que no se equivoque. Sí, quizás intenté retomar mi vida (y no llamé al abogado) pensando que sí, mente fría, cerebro con coeficiente intelectual desarrollado, vamos tú puedes, serás algo así como socia y no amor, armaremos algo así como una microempresa (una cooperativa de desarrollo endógeno, habría que decir para adaptarse a estos tiempos). Pero no, ¿ves, amigo (tú me entiendes)? El corazón se declaró en rebeldía y solito y poco a poco fue dándose a respetar. "¿Qué te pasa, cerebro?", comenzó diciéndole, "¿qué te crees tú? Yo necesito mi espacio". Y nada, el corazón empezó a buscar el espacio y ni en la sala ni en el baño ni en la cocina ni en el cuarto -mucho menos en el cuarto- halló su verdad. Y el cerebro razonándolo todo. "La familia es la célula fundamental de la sociedad", caletreaba como en cuarto grado. Y el corazón pues nada, se pasó por encima el protector emocional y eso que lo había embadurnado, como en un día muy soleado en una isla. O quizás me pasó como con los relojes. No puedo tener un reloj de pulsera porque al segundo o tercer día se detiene. Me ha pasado al menos cinco o seis veces, hasta que decidí que soy alérgica a ellos o quizás soy una máquina del tiempo capaz de detener las horas -mucho Bradbury-. Total, el protector 50 fue pura bulla.
Y no sé, amigo, a ver si me entiendes (te escribo a ti, porque sé que me entiendes). El cerebro fue sumamente coño de madre y egoista, se pasó por el forro al corazón. "Si te maltrataron y te vejaron y te engañaron es cosa tuya, musculito, yo sigo adelante solito y verás lo bien que me irá", dijo él, desde su estatura de estar más arriba y a la cabeza. "Tú te quedas calladito y ni hables, mucho menos te pongas a sentir, a recordar, a revivir lo que ha sido todo el año 2005, en realidad desde noviembre de 2004 porque yo declaré la vuelta a la patria y yo soy el cerebro todopoderoso, finalista de olimpíadas matemáticas en bachillerato". Y bueno, el corazón, modesto y obediente, se echó a un lado, se tapo los oídos, cerró los ojos, se refugió en los escritos literarios de él (y de ese personaje niño que él escribió y que ella ama con locura), de verdad que hizo todos los intentos por no aparecer en escena mientras el cerebro, pues, ahí, vencedor, protagónico, comiendo sushi y luciendo auto nuevo. Pero no es tan fuerte el cerebro, aunque se crea autosuficiente, no, es un güevón, el cerebro es un pobre diablo porque no puede solo. Mientras, el corazón, de tan generoso, de tan magnífico, se anulaba, así agazapadito (y se daba cuenta cuán distinto es el personaje literario del real) y permitía al cerebro actuar independiente, quizás en el fondo estaba diciendo: "cáete solito". Y es así, se resecaba, se reseca, porque tiene tan solo como leit motiv la promesa de una estabilidad que no existe, que está basada en fantasías, sólo para que haya permanencia, dominio y espera. Pero no hay sostén, falta credibilidad, algo así como esas miradas que se dan y ya con ellas se paraliza el mundo. Algo así como la calma. Y la literatura no basta, porque la literatura no es la vida, y no siempre quienes escriben son lo que escriben. El corazón entonces empezó a palpitar. Toc, toc, toc. No, así suena una puerta. No sé como suena un corazón. Quizás como una puerta. Y salió de su escondrijo y miró a su alrededor y había un precipicio. Y se dio cuenta que ya no cree porque no siente y sobre todo porque necesita eso otro, al otro corazón, también ausente y que, repito, está lejanísimo al corazón de su obra. Allí, del otro lado ahora también hay un cerebro. Un cerebro que también piensa que la familia es la célula fundamental de la sociedad. Pero ya ni este cerebro ni este corazón creen en aquel otro. El corazón entonces le traspasó al cerebro la duda y el desamor. Y el cerebro se dio por vencido, no es un héroe. Y no le gustan las trampas.
Mi amigo, eso -si lo entiendes- es lo que ha pasado en los últimos días que no te he visto, por eso te pido: dame un abrazo, que ahora nuevamente tengo que desandar mis pasos. Me cansé de ser triste, porque -y tú lo sabes- yo no soy triste sino enormemente llena de vida, de expectativas y de ganas.
miércoles, septiembre 28, 2005
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4 comentarios:
La razón y el corazón son enemigos perennes...
:..(
Un abrazo.
Escribes buenísimo!
Que tu "viejita", tus chamos, tu vida y todos tus amores… y sinsabores; pues, sean esa maravilla que te da ése chorrerón de magia narrativa.
No much@s, aunque suenen, tienen el don que brota libre bajo la regadera.
Salud!
No sé, miramos para otro lado siempre que tenemos miedo...
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