sábado, septiembre 30, 2006

reir

a las 11.00 am, el metro estaba atestado. rostros indispuestos. caras de culo, pues. en plaza venezuela entró su voz. no hablaba, gritaba. pronto todo el mundo pelaba el oído para oir su narración. contaba un cuento de jaimito. a los pocos segundos todo el amargado vagón explotaba en una carcajada. la voz -el autor intelectual no se veía en la multitud- siguió protagonizando. contó otro chiste. un chingo al que mandan a comprar catalinas, "si no hay, me traes ponqué", le piden. va al abastos. pide catalinas. le dicen que no hay. ¿y ponqué?, pregunta. "ponque no hay", le contesta el señor del abastos. el metro entero era una oleada de risas. alguien comentó: hace falta reir, uno sufre mucho en este mundo. el anónimo no pasó sombrerito ni pidió real para un familiar enfermo, seguía ahí, en su generoso acto humanitario de hacer reir a sus hacinados vecinos de transporte. quizás ése era su evangelio.

7 comentarios:

Mauricio Duque Arrubla dijo...

Un momento mágico que vale la pena guardar. Y qué bien contado estuvo...

Anónimo dijo...

hermosísimo. Gracias.

Silmariat, "El Antiguo Hechicero" dijo...

Yo intenté escuchar tu sonrisa el día de hoy..., llamé, llamé y llamé.

Espero tener la maravillosa experiencia de volver escuchar tu risa. Eso, amiga mía, si es hermoso.

Todo lo mejor para ti.

PS: Estoy en dieta técnica, el perol tiene vida propia y me conecta cuando él quiere.

XYZ dijo...

Que bello que existan personas como ese señor anónimo que en un pequeño gesto hacen florecer sonrisas a su paso y más allá...

hectorpal dijo...

Cuando la tragedia de vargas (siempre le digo asi) yo era voluntario en el brigido iriarte cargando ropa y clafisicando. Habia un tipo que trabajaba cuatro veces mas que los demás. Contaba chistes, etc, pero habia algo raro. Al final, comiendo, el tipo relato como logro salirse de su casa en Mecedores. Era super gracioso escucharle decir el tamaño de las piedras que tuvo que esquivar pa salvar a su mujer y sus dos hijas, saliendo por el techo.

Siempre cuento esa anecdota para hablar del poder de nuestro humor.

Verónica E. Díaz M. dijo...

Que bueno que tu tambien estabas y lo multiplicaste y lo pude vivir... :-)

Unknown dijo...

Hay maga...eso es lo que yo no tengo aquí, la espontaneidad de la gente en la calle que te puede hacer reir...viva por ese ponque!!!que me acaba de sacar una carcajada en la oficina!