jueves, enero 26, 2006

José Gregorio Hernández

Mamá, vasca de sangre y también vasca de carácter -difícil de engatusar, pues-, se enamoró en Venezuela y se enamoró de Venezuela. También creyó en Venezuela. Y se le revitalizó también una religión contra la que se había dado de cabezazos. Ella, un poco fastidiada del exceso de hipocresías y las faltas del catolicismo, alérgica a curas y monjas (las monjas que le estropearon la infancia) se maravilló católica en la fe a un santo local, made in Venezuela. Desde que supo de él, tuvo a José Gregorio Hernández como su santito de cabecera. Ella, que no iba a médicos reales porque enfermaban (y vaya que tenía razón) se encomendaba a José Gregorio y también a las sopitas de pollo, a las frutas criollas, a los baños de playa en Macuto y por qué no, a algunas dosis de jamón serrano de vez en cuando, que, sino, no se es español; que, sino, no se vive.
Iba a visitarlo al cementerio del sur, incluso cuando trasladaron sus restos a la Iglesia de la Candelaria. Ella siempre aseguró que el lugar para verlo y hablar con él y pedirle de verdad tenía que ser el cementerio del sur, porque tenía la plena seguridad -conociendo ya el país que amaba- que todo eso del traslado podía ser un parapeto para la prensa, el cuento chino del altar bonito sin nada adentro. Para ella los huesos estaban en el camposanto y en ningún otro sitio. En todo caso era más sacrificado ir al cementerio del sur -con la hija (o sea yo) a cuestas-, por lo que la visita valía más, era, en el fondo más auténtica, menos cómoda.
Y le pedía por todo, menos por ella (porque ella estaba bien, porque ella era de hierro, supermana), le pedía por la salud de los demás y por los estudios de los niños y por mi trabajo y hasta le pidió cuando hice el concurso de ingreso como docente en la universidad, le pedía por los amigos, por esa familia por allá lejos, en el otro lado del océano. Pero más que pedirle, le hablaba de todo, del país y del presidente que siempre ocupa tiempo en la radio y de lo caro que está el condominio y de su hija y de sus nietos y de sus hazañas de supernietos. Llevaba consigo una estampa de él vestido de negro y un escapulario con su cara y su sombrero. Yo le regalé hace tiempo una figurita con su nuevo look -José Gregorio viste ahora de bata blanca de médico-. Se la traje cuando estaba en la clínica y la besó. Pero después no le hizo mucho caso. Debe estar brava, muy brava, con él en estos días.
Hoy duerme. Un geriatra la vio ayer y le quitó todo el remediero loco que le habían mandado. Dijo que quizás eso es lo que la tiene bobita. Fue dulce este médico. Y no sé, pensé -yo que no creo en nada- que quizás se lo mandó José Gregorio, un poco extrañado porque no le ha visto una nueva sonrisa en estos días. Debe estar muy solo José Gregorio por allá, escuchando rezos y quejas de los demás, pero sin que nadie le cuente las noticias de la radio -ella, enteradísima de todo, más que la hija-, sin que nadie le hable de lo bellos y grandes que están los nietos, sin que nadie le recuerde que tiene que pagar el recibo de la luz.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

El beso de costumbre y el pensamiento enfocado con todas mis buenas vibras, EBE

Regina Falange dijo...

Qué bueno lo del geriatra! A lo mejor todo ese pepero que a veces es inútil la tenía retraída.

Ya ves como poco a poco van fluyendo las cosas maga, con tu cariño y tu dedicación admirable :)

Por aquí seguirán las oraciones por tu mami. Abrazos y besos!

Silmariat, "El Antiguo Hechicero" dijo...

...

Desde kilómetros de distancia

Anónimo dijo...

Parafraseando a nuestra "mujer gorda": si ella cree yo creo, yo que no rezo, lo hago si ella lo hace.
Y lo comento porque llevo dos semanas con una entrevista a una músico ciego en mi pueblo que "fue curado" por José Gregorio según él, y hasta una canción le escribió (todavía suena en las radios). Y es así, uno cree por la fuerza con que creen los demás.
Aunque para mí es sencillo: creo en la gente (como los buenos médicos - los médicos buenos). Y creo que tienes fuerza, maga... si tienes chispitas en esos ojos que aún muestras en la entrada, lo demás no es tan rudo.

Anónimo dijo...

Parafraseando a nuestra "mujer gorda": si ella cree yo creo, yo que no rezo, lo hago si ella lo hace.
Y lo comento porque llevo dos semanas con una entrevista a una músico ciego en mi pueblo que "fue curado" por José Gregorio según él, y hasta una canción le escribió (todavía suena en las radios). Y es así, uno cree por la fuerza con que creen los demás.
Aunque para mí es sencillo: creo en la gente (como los buenos médicos - los médicos buenos). Y creo que tienes fuerza, maga... si tienes chispitas en esos ojos que aún muestras en la entrada, lo demás no es tan rudo.

Sistema Alfredo Gómez SAG dijo...

ME GUSTO SU HISTORIA Y PARA NO HABER NACIDO EN ESTE PAÍS YA ELLA LO ADOPTO COMO SUYO; DIOS LA BENDIGA POR TAN HERMOSA DEVOCIÓN